Desde la primera vez que en esta columna se tocó el tema del tránsito
en la ciudad (Manejar en Cali, 24/08/1998)
las cosas han mejorado algo con los carriles obligatorios de Hadad y las
foto multas. Pero la realidad es que ahora atraviesa un mal momento con los
problemas del MIO, el aumento del parque automotor, y la carencia de un Plan
Vial que no puede existir sino como la otra cara de un Plan Urbano para Cali, su
área metropolitana y su región, el que no existe aun sin que se sepa bien qué o
quiénes se le han atravesado.
Para rematar, los conductores, sobretodo los de los taxis, son
cada vez mas atravesados y conducen con mal carácter cuando no con mala
intención. No siguen derecho los carriles,
atraviesan varios oblicuamente en lugar de hacer el respectivo
entrecruzamiento de uno a otro y muchos ni siquiera saben de qué se trata esta
maniobra. Y cuando el vehículo que va adelante en otro carril pone sus luces
direccionales para hacerlo, aceleran y pintan con rabia como si se les
estuviera atravesando. O paran por cualquier motivo, en cualquier parte, atravesándose
como un palo en la calle impidiendo el paso.
Al fin y al cabo muchos manejan de manera
disparatada, incongruente o confusa, pues están acostumbrados
ancestralmente a atravesar el monte o el
camino para cruzar el campo de una parte a otra. Y como en las ciudades
convirtieron las plazas en parques, ya no las hay para atravesarlas caminando y
sentirse en una de verdad, como dice Edward Glaeser (El triunfo de las ciudades, 2011), y a los peatones no le queda
sino caminar por las calzadas y cruzar las calles por cualquier parte
atravesándoseles a los carros.
Como se
dijo en la columna de marras, el hecho es que en Cali la mayoría de los que
manejan no saben conducir, nadie se los ha enseñado técnicamente y tampoco se
sabe que es lo que habría que enseñar, pues en Colombia se atraviesan
indiscriminadamente uno a otro el modelo norteamericano y el europeo,
incompletos por lo demás, y con no pocas invenciones parroquiales. Amen de usos
ya comprobadamente inconvenientes desde hace años como poner en el mismo
sentido las vías de doble calzada y que ya solo existen aquí.
De hecho, si alguien trata de conducir aquí
conforme a reglas y usos internacionales, simplemente no llega a la esquina de
tantas maniobras atravesadas y tantos conductores atravesados. Ya ni siquiera
se les puede decir choferes, pese a que el DRAE dice que chófer o chofer (Del fr. chauffeur) es una
persona que, por oficio, conduce un automóvil, mientras que conductor es el que
“conduce” (Del lat. conducĕre), llevar, transportar de una parte a otra. Aunque
en España si es también el que “guía un vehículo automóvil”.
Ese es el problema: aquí creemos que cambiando las palabras
cambian las cosas cuando lo que se precisa es enderezarlas para que no se
atraviesen. Como recuperar la ortogonalidad de la malla vial y los semáforos
sincronizados para que calles, ciclovías y andenes tengan continuidad.
Atravesársele a los contratistas que prefieren los puentes por el negocio que
son, y a la mentalidad pueblerina de los que creen que eso es “cambiarle la
cara a la ciudad”. Y enseñarle a los caleños a manejar: lo hacen de nuevo los
suecos y eso que es el país con menos accidentes de tránsito en el mundo (El
Espectador, 27/05/2014).
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