Al contrario de lo que afirmó el Director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, el arquitecto Juan Luís Isaza, en una entrevista incluida preocupantemente en la sección de “entretenimiento” de Cambio (7/9/2009), nuestro patrimonio sí se está cayendo o está amenazado. Como el abandonado trapiche de la hacienda de Cañasgordas, cuya techumbre colapsó, pese a que el conjunto, inmediato a Cali y a su historia, es Monumento Nacional hace años. O como El Dorado, que con la venia del Ministerio va a ver desaparecer hasta su nombre. Y que tal el derrumbe a mansalva de la casa de Bruno Violi en Bogotá. O Barranquilla en donde van a demoler el edificio de la Caja Agraria de Fernando Martínez, como lo confirmó Isaza (El Tiempo 24/10/2009). O Cartagena que se está volviendo un parque temático. O Mompox que solo la salva su lejanía. O Valledupar que le va a caer una bomba en pleno centro histórico. O en Cali la muerte lenta del Club San Fernando, o el barrio de San Antonio que corre el riesgo de ser degradado, como Granada y el Parque del Perro, por falta de control.
Y al contrario de lo que “informan” El Tiempo (30/10/2009) y Semana (02/11/2009), no se va a hacer un nuevo aeropuerto en Bogotá sino apenas un nuevo terminal, y lo que se pide conservar es solo el edificio central de El Dorado, símbolo de Colombia por mas de medio siglo y una de las mejores obras de la arquitectura moderna en el país. Por supuesto Bogota necesita un nuevo terminal, y hasta un nuevo aeropuerto en otra parte, pero no hay ninguna necesidad de eliminar totalmente el actual. Panamá, Ciudad de México, Madrid, París o Londres (Heathrow), para nombrar unas pocas ciudades, no prescindieron de sus viejos terminales para hacer los nuevos. Y si sus años fueran motivo de demolición, como piensan algunos, pues habría que echar abajo la Catedral, el Capitolio, el Museo Nacional y dentro de poco las Torres de Salmona. Además las imágenes que se han publicado muestran que la construcción propuesta no es para nada incompatible con el edificio principal actual, cuyo grande y bello vestíbulo podría destinarse a un museo y seguir usando las oficinas de sus pisos superiores.
Los que están tan interesados en eliminar todo El Dorado y los que los aplauden, y ni se diga los que le quieren cambiar el nombre, son como los que demolieron por todo el país bellos claustros coloniales para ampliar vías o construir nuevos edificios que ni siquiera eran modernos. Como los que en Cali tiraron la torre (también mudéjar) de San Agustín para que pasaran los carros, y los que poco a poco acabaron con sus cinco inigualables alamedas. Creen que se puede prescindir del patrimonio construido pues no ven en él la identidad de un país, ni su aporte a la belleza y calidad de vida de las ciudades. El cuento del progreso y la modernidad, de que la nostalgia tiene que dar paso a lo funcional y que esto es América, es pura ignorancia, pues las viejas ciudades europeas son de lejos mas modernas que las nuestras, tan nuevas. Acabar con la historia y su legado es de gentes incultas, groseras y toscas, que es como define el DRAE a los bárbaros. Es a la cultura lo que eliminar animales y plantas a la naturaleza. No tener patrimonio es como no tener padres.
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