En
Colombia quedó una intervención suya en la Catedral
de Sal de Zipaquirá (1995) y un Espacio Lúdico (1986) en Bogotá, invitado a proyectarla por el
arquitecto Carlos Campuzano, quien lo llevaba todos los años al Taller
Internacional de Cartagena de la Universidad de los Andes. Igualmente en
Itshmus, en Panamá, fue desde el principio, hace ya tres lustros, uno de los
colaboradores mas importantes y queridos de su
creador y director, el arquitecto Carlos Morales, quien publicó sus
trabajo en la colección SomoSur, en 1989, con textos de Rodolfo Santa María y Sergio Palleroni.
Fue,
con el arquitecto venezolano Gorka Dorronsoro, uno de los dos jurados
internacionales de la XIII Bienal
Colombiana de Arquitectura, en 1992, junto
con Carlos Niño, Horacio Navarro y quien escribe, en la que se le otorgó, el
Premio a la Excelencia Arquitectónica
al Archivo General de la Nación de
Rogelio Salmona. Premio creado a propósito, espontáneamente y por unanimidad,
como lo permitían la normas de la Bienal en ese entonces, pues el edificio no
estaba terminado y en consecuencia no estaba inscrito pero cuya belleza e
importancia para nuestra arquitectura era mas que evidente.
También, asimismo con
Dorronsoro, Mijares fue Jurado en Cali del concurso para el nuevo edificio de
la recién creada Facultad de Artes integradas de la Universidad del Valle,
coordinado por otro de los miembros del jurado de la Bienal de marras quien los
incluyó. Pero paradójicamente la propuesta que posteriormente se supo que era
de Salmona, quien rara vez participaba en concursos, esta vez no logró la
atención de los miembros de dicho Jurado, todos ellos admiradores convencidos
de su obra.
Maestro en el uso
del tabique, como llaman en México al ladrillo, que usó repetidamente en complejas
bóvedas y por supuesto a la vista, Mijares dejó muchas y bellas construcciones
en su país, enalteciendo con ellas la triunfal historia milenaria del
arco, junto con Hassan Fathy en Egipto, Ricardo Porro en Cuba y Salmona,
Herbert Baresch y Rodrigo Uribe en Colombia, forma básica que los arquitectos
modernos, por oposición, y sobre todo sus imitadores, habían dejado de lado
condenándolo al olvido en lugar de reinterpretarlo.
Carlos Mijares Bracho, quien murió el jueves pasado en ciudad de
México, donde nació, estudió en la Escuela
Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México,
UNAM, donde fue profesor, como en la
Universidad Panamericana y en la Universidad de Colima. Fue conferencista en
diversas partes del mundo, escribió varios libros, y recibió premios y
reconocimientos, entre ellos el Premio Luis Barragán a la excelencia profesional y la Medalla de Bellas Artes, y hace
poco mas de un año la Medalla de la UNAM y la del Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA.Otro maestro que se va (recientemente fue
Porro, antes Oscar Niemeyer, años atrás Salmona y Barragán ya es historia) pero
un cómplice entrañable que queda en el recuerdo, pues
les dejó a sus amigos y alumnos en Colombia muchas enseñanzas y no apenas de
arquitectura. Nos quedó su hidalguía, su saber, su ejemplo, su sabio
humor y su gusto por la buena cocina sobre todo la “picosa”, la que descifraba
con sólo olerla: le habría gustado el reciente libro al respecto de Antonio
Caballero, que el autor de esta columna no supo hacerle llegar a tiempo.
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