Frank Gehry, exagerado como su
arquitectura, ha dicho que el 98% de la moderna es "pura mierda" (S.
Burgen,
theguardian.com, 24/10/2014) y Rem Koolhaas notificó en Venecia: “El
fin de mi carrera, el fin de mi hegemonía, el fin de mi mitología, el fin de
todo, el fin de la arquitectura” (G. Fischer, Torre de Babel, 2015) mientras
que Santiago Calatrava huye de las demandas (K. Sainz Borgo, vozpopuli.com,
23/08/2013) y Zaha Hadid y los que imitan su arquitectura
espectáculo callan.
El hecho es que se están apagando las
estrellas de la arquitectura mundial pero fatalmente permanecen sus enormes
impactos. Rafael Moneo, premio Pritzker de 1995, ya había hablado de esas
“formas azarosas y fortuitas no dictadas por la razón, sino por un accidente no
ligado a la propia disciplina, [que] han estado presentes en la arquitectura,
sobre todo en la del último tercio del siglo XX” (J. García Calero, SBC.es,
2005), y respecto a la cual Oriol Bohigas ya era “bastante pesimista”.
Por eso Anatxu
Zabalbeascoa se pregunta por qué fallan por todas partes los
edificios-estrella (El País, Madrid, 23/11/2013). Como la Biblioteca
España, en Medellín, que se desbarató poco a poco y repararla costará mucho
(Semana, 2013) o esa dispendiosa imitación en Bogotá de los puentes de
Calatrava que no resistió la prueba de carga y se vino al suelo, y Cali se
salvó de tener un “Calatrava original” en donde además no se necesitaba.
Se pregunta también Zabalbeascoa si será que se acerca el
fin de la gran arquitectura (El País, Madrid,
28/04/ 2014),
y será por eso que le dan el Premio
Pritzker 2015, a un arquitecto serio como Frei
Otto, muerto a los 89 años, y cuyas obras ya no publicaban las revistas.
Pero es muy preocupante que la arquitectura espectáculo se mantenga en nuestros
países pese a que en Europa está llamada a su desaparición “para formar parte
de la historia” como lo dijo Arturo G. de Terán (La voz de Asturias,
11/03/2008)
Lo que incumbe a todos los ciudadanos,
pues es lo mas visible de la civilización del espectáculo, de la que habla
Mario Vargas Llosa en su último libro, aunque no la menciona. Al fin y al cabo las
ciudades son las escenografías de diferentes culturas (L. Mumford, La Cultura
de las ciudades, 1938), lo que es fundamental en un mundo que se globaliza
rápidamente, y por eso la información entre paréntesis para que los interesados
puedan profundizar en un tema que los afecta mas de lo que creen.
Pero en Latinoamérica su arquitectura
de penúltima moda es publicitada por una prensa que poco analiza lo que
“informa”, mientras la pertinente a sus circunstancias y determinantes
geográficos e históricos, por ser de aquí, no es visto en su verdadero valor.
Mas cuando se rememora la Cali de principios del siglo XX, la palabra a que mas
se acude es “sencillo”: ciudad, casas,
calles, plaza y vida eran sencillas y hasta la muerte.
Hay que regresar a una arquitectura
sencilla, no fugaz. Pensar, como Jean Nouvel,
“cómo el exterior viene al interior” (R. Lacayo, Time, 30/05/2008) y
partir de los climas, relieves, paisajes y tradiciones urbano arquitectónicas
de las ciudades calientes, templadas y hasta frías, del trópico, que no
precisan de la tecnología de punta de Sir Norman Foster, sino del ejemplo de Rogelio Salmona en
Colombia, Ricardo Porro en Cuba o Sir Geoffrey Bawa en Sri Lanka.
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