“En realidad lo mismo es pensar y
ser” ya dijo Parménides (S. Palazzo, Heráclito y Parménides, 2015,
p.12), y por eso no pensar en los distintos climas de Cali ni en sus
variados paisajes es no ser caleño, pues si hay algo que la haga especial
es su geografía que, ya lo dejó en claro Fernand Braudel, es la que
determina la historia (El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la
época de Felipe II, 1949) y se ha recordado antes en este espacio y no
sobra insistir en ello. Todo lo contrario pues es imprescindible pensar
mucho más en la peculiar geografía de la ciudad para poder enderezar su
infortunada historia urbana y arquitectónica reciente, que impide cada
vez más gozar de sus climas y paisajes.
Climas
tropicales que no cambian con las estaciones a lo largo del año si no con
la altura sobre el nivel del mar y el paso del día. En media hora se
puede pasar del calor de sus partes mas bajas y menos venteadas al clima
templado de la cordillera en la “salida al mar” o llegar a este, más
caliente y muy lluvioso. Climas que definieron tradiciones que abarcan la
ropa, los muebles, las casas, las calles, los barrios y desde luego la
comida, la música y el comportamiento de la gente: la ciudad toda. Pero
que se olvidaron rápidamente a lo largo del siglo XX, dados a copiar
modas de países de climas de estaciones en vez de reinterpretar lo
propio, mas no como una moda mas, como si se ha hecho.
Los
paisajes naturales que rodean la ciudad, que dependen del clima, relieve,
vegetación y el paso del Sol y de la noche que llega, son bellos, y hay
que agregar algunos paisajes urbanos, como en San Antonio, que hacen que
uno se sienta aquí, mientras que en otros, como Ciudad Jardín, que se
crea que se está en otra parte, y qué tal
los apartamentos “en medio de la naturaleza”, que dejan las casas
que había en medio de un arrume de feos edificios. Mas por ver
los Farallones en la mañana o el valle del rio Cauca cuando cae la
tarde, con la cordillera enfrente e iluminada, o desde allá ver los
cerros y la cordillera de este lado atrás, y ríos y quebradas que
sobreviven, bien vale la pena vivir aquí.
Climas
y paisajes que definen tradiciones y espectáculos, y por tanto formas de
vida y comportamientos; una calidad de vida que no se puede medir solo
con datos socioeconómicos, sino también con realidades culturales. Y
estas son en Cali diversas, pero que hay que “transculturizar” mejor.
Aunque las mujeres aciertan ligeras de ropa, aquí muchos hombres se ponen
demasiada ropa o van de saco y corbata para presumir. Y los paisajes se
destruyen como si no se disfrutara de ellos y se talan arboles con la disculpa
de que están enfermos en lugar de curarlos si es que es cierto, o
dejarlos morir de pie si hubieran leído a Alejandro Casona; y ni hablar
de los ríos y quebradas.
Y,
como si no bastara, de nuevo la geografía cambiara cambiará la historia, incluso
terminándola, si no se controla pronto el cambio climático debido al
consumo, aupado por el consumismo y la obsolescencia programada, y
desbocado por la sobrepoblación del planeta. Es el no saber aprovechar
bien sus climas y paisajes mediante la reinterpretación de sus
tradiciones, y no las modas norteamericanas cada vez más
globalizadas. Es decir, hay que cambiar la historia reciente gozando mas
y mejor de la geografía de siempre, si no es que antes un conflicto
atómico las cambia al tiempo, por lo que de nuevo hay que recordar a Noam
Chomsky ¿Quién domina el mundo? 2016.
Comentarios
Publicar un comentario