Dice
la famosa paradoja de Zenón que el veloz Aquiles nunca alcanzará a la lenta
tortuga pues la distancia siempre se podrá dividir por la mitad; pero el hecho
es que no solo la alcanza sino que la sobrepasa, y de ahí la teoría de los
límites, cuando una magnitud ya es tan pequeña que equivale a cero. Igual cabría pensar en que si se
divide el universo se llega a nada y entonces un Big Bang da inicio a un nuevo
universo, en espejo, como cuando Aquiles se aleja de la tortuga, y así una y
otra vez. ¿Tendría razón Nietzsche en lo
del eterno retorno? No en vano pensaba que “no hay hechos sino
interpretaciones” y que esta también lo es (citado por María Teresa Oñate, Posmodernidad, 2015, p.71).
Mientras tanto es preciso actuar, aquí y ahora, pero sin caer en la
equivocada interpretación de que se trata de todo o nada, para defender la vida
humana en el planeta y el planeta mismo. Es urgente recuperar nuestro perdido
universo cotidiano constituido por las ciudades, en las que ya habita la
mayoría de la gente, pues, como pregunta el sociólogo Juanma Agulles, “¿por qué
nos empeñamos en seguir dando el mismo nombre a conglomerados urbanos que
después de siglos de transformaciones solo guardan un parecido remoto con los
que fueron sus primeros asentamientos?” (La
destrucción de la ciudad, 2017, p.16). Y Cali constituye un buen ejemplo de
una mala ciudad.
Como señala un lector de
esta columna (Andrés Felipe J.) “El postconflicto no
reducirá la llegada de ciudadanos rurales a Cali y la atención de la demanda de
vivienda y servicios será un reto mayor. Además de la ya complicada convivencia
urbana (violencia)”. Pero sobre todo hay que entender que al tiempo que
vivienda y servicios públicos, hay que construir ciudad, es decir calles
bonitas y animadas y no sosas hileras de casas o edificios de apartamentos
idénticos, y un trasporte publico eficiente, y que la ciudad se densifique y no
se extienda mas, pero sin abusar con alturas innecesarias o inconvenientes; que
el buen negocio no sea todo para el edificio y nada para la ciudad sino para ambos.
Que las calles sean de
nuevo también para los peatones, y que haya más bicicletas como ya se ha
señalado en esta columna, entre otras en “Las
bicicletas”, 02/05/2013. Como oportunamente insiste Andrés Felipe J.: “La
bicicleta empezará a ser protagonista de la movilidad urbana [y] la movilidad
eléctrica se impondrá sobre los vehículos de combustión.” Una alternativa revolucionaria que André Gorz no
veía viable hace 45 años (La
ideología social del automóvil, Le Sauvage, 1973), pero
que se asume cada vez mas en más ciudades en el mundo, y que ya se comienza a
ver en Cali, aunque falta mucha educación al respecto, y planes y diseños
generales, y no puntuales e improvisados.
Mas
no se trata de todo o nada sino de lo que hay entre lo uno y lo otro aquí y
ahora. De ahí insistir de nuevo en la urgencia de contar con el todo que
significa el área metropolitana de Cali. En el uso del corredor urbano que
conforman las Calles 25 y 26, el que
ahora no sirve para nada, terminando los pocos tramos que faltan para que
tengan continuidad de norte a sur, utilizando el corredor férreo para un tren
de cercanías, y la conformación de nuevas centralidades peatonales a su largo.
Y, en el rediseño de todo su sistema vial de calles, avenidas y autopistas (de
verdad), ampliado y arborizando sus andenes y regularizando sus calzadas para
que nada quede por fuera.
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