La guerra que nos ha impuesto aquí el gobierno norteamericano contra la producción y
tráfico de drogas, mas no contra su consumo allá, ha sido un fracaso ya
reconocido por ellos mismos. Su uso continua aumentando en Estados Unidos, que
con solo el 6 % de la población mundial, consume más del 50% de las drogas
(ONUDD, 2011). Su inútil prohibición, también
impuesta por ellos, genera enormes ganancias y permitió hacer en
Colombia un gran negocio, y eso que apenas llega una parte de ellas. Pero que
ha dejado degradación ambiental, muchos muertos, inseguridad y corrupción a
todos los niveles, y ha penetrado nuestras tradiciones y comportamientos,
afectando no solo la política, la economía y la sociedad, si no también el
gusto y la arquitectura, pues construir de cualquier manera pero a la penúltima
moda se volvió la manera mas expedita de lavar dólares, y las ciudades son cada
vez mas feas, y se llenaron de desplazados y atarbanes y su inseguridad se
disparó. Y sobre todo, ha permitido la supervivencia
de una subversión que hace años se volvió narcotraficante. El
narcotráfico está en la base de los mayores problemas del país (Andrés Hoyos, El Espectador 02/11/2011). Es
vergonzoso que la legalización de las drogas se haya dejado de lado hasta ahora
con la disculpa de que no se puede hacer unilateralmente. Habría que
despenalizarlas ya y tratar su adicción como un problema de salud pública. La realidad es que la guerra en contra mata muchísimos mas colombianos que la cocaína y la
mariguana, y estas menos que el alcohol o la nicotina.
Su legalización, lo han dicho desde hace muchos años Antonio Caballero,
reconocidos intelectuales extranjeros y The Economist (The case for legalising
drugs, 28/07/2001) y Time (Europe goes to pot, 20/08/2001), es pertinente bajo
dos argumentos contundentes: el derecho ancestral de los individuos a hacer con
su cuerpo lo que quieran, mientras no le causen daño a otros, y el fracaso del
Gobierno de Estados Unidos en impedir que su consumo le haga daño sus propios
nacionales, y que ha reconocido públicamente que su demanda interna, más que la
oferta externa, es la que fomenta el narcotráfico.
Si aun no se ha legalizado allá es por el moralismo y los bancos, en los que se mueve la mayor parte de sus enormes ganancias, pese a que en cerca de la mitad de sus estados ya se permite la mariguana, ahora cultivada por ellos, con el pretexto de su uso medicinal. En Holanda, Suiza, Canadá y Portugal, siguiendo una tendencia hacia su des criminalización, la drogadicción es tratada con éxito como un problema de salud pública, similar al tabaquismo y el alcoholismo, y no como aquí, sin éxito, como uno de orden público. Su legalización es crucial no solo para la paz aquí, pues reduciría drásticamente la financiación de la guerrilla, y la corrupción y violencia que genera el narcotráfico. Y para los drogadictos, a los que en lugar de tratar como delincuentes seria posible ayudarlos como a los alcohólicos. Quedarían eso si nuestros desplazados, que difícilmente regresarán al campo, por lo que mas que una reforma agraria, como se pensaba hace medio siglo, lo que se necesita hoy es una reforma urbana, pues demandan trabajo, vivienda, educación y salud. Ojala el Presidente insista en el tema.
Si aun no se ha legalizado allá es por el moralismo y los bancos, en los que se mueve la mayor parte de sus enormes ganancias, pese a que en cerca de la mitad de sus estados ya se permite la mariguana, ahora cultivada por ellos, con el pretexto de su uso medicinal. En Holanda, Suiza, Canadá y Portugal, siguiendo una tendencia hacia su des criminalización, la drogadicción es tratada con éxito como un problema de salud pública, similar al tabaquismo y el alcoholismo, y no como aquí, sin éxito, como uno de orden público. Su legalización es crucial no solo para la paz aquí, pues reduciría drásticamente la financiación de la guerrilla, y la corrupción y violencia que genera el narcotráfico. Y para los drogadictos, a los que en lugar de tratar como delincuentes seria posible ayudarlos como a los alcohólicos. Quedarían eso si nuestros desplazados, que difícilmente regresarán al campo, por lo que mas que una reforma agraria, como se pensaba hace medio siglo, lo que se necesita hoy es una reforma urbana, pues demandan trabajo, vivienda, educación y salud. Ojala el Presidente insista en el tema.
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