Para
terminar soñando este año que se va, vale hablar de nostalgias y poesía, que no
sólo es la escrita sino igualmente la construida. En El puente de los asesinos (2011), la séptima de las más que
divertidas novelas dedicadas a las aventuras de capa y espada del capitán Diego
Alatriste, Arturo Pérez-Reverte, corresponsal de guerra durante muchos años y
ahora escritor de éxito mas no de Nobel, intercala diversos poemas, entre ellos
unos sugestivos versos y casi conceptos de Don Francisco de Quevedo (1580-1645),
el gran poeta del Siglo de Oro Español:
Dije que
una señora era absoluta,
y siendo
mas honesta que Lucrecia,
por rimar
el cuarteto la hice puta.
La belleza de la composición salta al oído, y su
profundidad estriba en que la hermosura y honestidad de Lucrecia, impresionaron
tanto a Sexto, hijo del rey Lucio Tarquinio el
Soberbio, que la violo por la noche en su propia cama, aprovechando
la ausencia de su marido, sin que ella opusiera resistencia, quien se suicidó
después para no sobrevivir a su deshonor. Y en otro soneto suyo, o atribuido a él
(El Malpensante.com), deja el negocio bien en claro siguiendo al pie de la
letra el dicho árabe que así reza: qua benadhem itmeta, qua zamgarz zechemez:
Dido fue puta de audaz soldado
y Cleopatra a ser puta se condena
y el nombre de Lucrecia, que resuena,
no es tan honesto como se ha
pensado.
Honesto es ser
recatado y pudoroso, y no íntegro en el obrar, para lo que les ha dado por usar
la palabra en lugar de honrado (DRAE); que es lo que no suelen ser los
arquitectos de moda en el mundo, que por dar espectáculo no riman sus edificios
con las ciudades terminando por prostituir el oficio "a puros versos, como
ves, perdidos”. Escandalosos la primera vez, no son nada que perdure por su
profundidad y belleza, asuntos que tienen que ver es con la historia de la
arquitectura y la semántica de las formas. Como dice una vieja copla
castellana:
Tiempo,
lugar y ventura,
muchos hay
que lo han tenido:
pero pocos
han sabido
gozar de
la coyuntura.
Es lo que pasa también con nuestros jóvenes arquitectos de
penúltima moda pero sin arquitectura propia, a los que poco les interesa que
sea apropiada para nuestro clima, paisaje y tradiciones, como lo recomendó Le
Corbusier (Oeuvre complete 1938-46, 1955)
pese a que poco lo practicó, como dice Germán Téllez, y que copian de la
capital lo que allá copian de Europa sin honradez alguna. Cabe, pues, para
buscar y no hallar la sultana del Valle que fue Cali, en la Cali fea y mafiosa
de hoy, otro soneto de Quevedo que Pérez-Reverte igualmente intercala:
Buscas en
Roma a Roma, oh peregrino,
y en Roma
misma a Roma no la hallas:
cadáver
son las que ostentó murallas
y tumba de
sí propio el Aventino.
Cali nunca ostento murallas pero el cerro de las Tres
Cruces, ahora sepultado por antenas, es como el Aventino a Roma. Pero poco entendemos
del antiguo rimo, del latín rhythmus, y este
del griego ῥυθμός, movimiento concertado (DRAE),
y hemos olvidado la afortunada coyuntura de nuestro clima y paisaje. Despertemos pues Cali sí fue un sueño atravesado por un río,
como rimó hace años Eduardo Carranza, y aun tenemos el río y dos cerros. Y que
no toda mujer engaña, como si lo afirma el dicho árabe de arriba, pero que es cierto que todo hombre muere.
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