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Rimas. 29.12.2011


Para terminar soñando este año que se va, vale hablar de nostalgias y poesía, que no sólo es la escrita sino igualmente la construida. En El puente de los asesinos (2011), la séptima de las más que divertidas novelas dedicadas a las aventuras de capa y espada del capitán Diego Alatriste, Arturo Pérez-Reverte, corresponsal de guerra durante muchos años y ahora escritor de éxito mas no de Nobel, intercala diversos poemas, entre ellos unos sugestivos versos y casi conceptos de Don Francisco de Quevedo (1580-1645), el gran poeta del Siglo de Oro Español:
            Dije que una señora era absoluta,
            y siendo mas honesta que Lucrecia,
            por rimar el cuarteto la hice puta.
La belleza de la composición salta al oído, y su profundidad estriba en que la hermosura y honestidad de Lucrecia, impresionaron tanto a Sexto, hijo del rey Lucio Tarquinio el Soberbio, que la violo por la noche en su propia cama, aprovechando la ausencia de su marido, sin que ella opusiera resistencia, quien se suicidó después para no sobrevivir a su deshonor. Y en otro soneto suyo, o atribuido a él (El Malpensante.com), deja el negocio bien en claro siguiendo al pie de la letra el dicho árabe que así reza: qua benadhem itmeta, qua zamgarz zechemez:
            Dido fue puta de audaz soldado
            y Cleopatra a ser puta se condena
            y el nombre de Lucrecia, que resuena,
            no es tan honesto como se ha pensado.
Honesto es ser recatado y pudoroso, y no íntegro en el obrar, para lo que les ha dado por usar la palabra en lugar de honrado (DRAE); que es lo que no suelen ser los arquitectos de moda en el mundo, que por dar espectáculo no riman sus edificios con las ciudades terminando por prostituir el oficio "a puros versos, como ves, perdidos”. Escandalosos la primera vez, no son nada que perdure por su profundidad y belleza, asuntos que tienen que ver es con la historia de la arquitectura y la semántica de las formas. Como dice una vieja copla castellana:
            Tiempo, lugar y ventura,
            muchos hay que lo han tenido:
            pero pocos han sabido
            gozar de la coyuntura.
Es lo que pasa también con nuestros jóvenes arquitectos de penúltima moda pero sin arquitectura propia, a los que poco les interesa que sea apropiada para nuestro clima, paisaje y tradiciones, como lo recomendó Le Corbusier (Oeuvre complete 1938-46, 1955) pese a que poco lo practicó, como dice Germán Téllez, y que copian de la capital lo que allá copian de Europa sin honradez alguna. Cabe, pues, para buscar y no hallar la sultana del Valle que fue Cali, en la Cali fea y mafiosa de hoy, otro soneto de Quevedo que Pérez-Reverte igualmente intercala:
            Buscas en Roma a Roma, oh peregrino,
            y en Roma misma a Roma no la hallas:
            cadáver son las que ostentó murallas
            y tumba de sí propio el Aventino.
Cali nunca ostento murallas pero el cerro de las Tres Cruces, ahora sepultado por antenas, es como el Aventino a Roma. Pero poco entendemos del antiguo rimo, del latín rhythmus, y este del griego ῥυθμός, movimiento concertado (DRAE), y hemos olvidado la afortunada coyuntura de nuestro clima y paisaje. Despertemos pues Cali sí fue un sueño atravesado por un río, como rimó hace años Eduardo Carranza, y aun tenemos el río y dos cerros. Y que no toda mujer engaña, como si lo afirma el dicho árabe de arriba, pero que es cierto que todo hombre muere.


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