En las muchas paginas dedicadas a los
treinta años de Semana, ni una línea sobre las ciudades, que son el escenario
de la cultura, como lo dijo Lewis Mumford (La
cultura de las ciudades, 1938), y pese a que ya casi el 80% de los
colombianos vivimos en ellas, por lo que la inequidad de que habla Antonio Caballero se da allí principalmente.
Ni una línea sobre la arquitectura, pese a que tenemos que devolverle a esta
antiquísima profesión la conformación de las ciudades, como lo dijo Jane Jacobs
(Vida y muerte de las grandes ciudades,
1961), y quitársela al negocio
especulativo del suelo urbano, no “regalando” casitas si no haciendo ciudad:
espacio y equipamiento urbano. Ni una línea sobre Rogelio Salmona, el más
importante arquitecto latinoamericano de la últimas décadas, quien pensaba que
"destruir la ciudad es destruir la civilización" (Politeia Nº 17,
1995), y a quien Keneth Frampton propuso para el Premio Pritzker, como también el arquitecto John Cortez Calderón, apoyado por la Junta Directiva de SCA NY.
Pero aquí no hicimos el necesario cabildeo como sí lo hicieron los brasileros.
Hasta
aquí la carta enviada a Semana solicitándoles que la publicaran junto a las
muchas merecidas felicitaciones que recibirían, pero como otras antes sobre el
tema tampoco la publicaron. La verdad es que su interés por las ciudades y la
arquitectura, no ha pasado de pobres artículos que mas parecen propaganda
pagada, y que afortunadamente ya suspendieron. En la edición dedicada al
patrimonio nacional, en 2005, la arquitectura en el Valle del Cauca no existe,
y tal parece que lo único que ven de esta ciudad es
“la metrópoli del bisturí” como
titularon un articulo sobre Cali en 2005. Y cuando se han preocupado por
la arquitectura, lamentablemente lo ha hecho solo con la de otras partes, pero
no la mas interesante para nosotros y ni siquiera la mejor. La triste realidad
es que en nuestros medios de comunicación la preocupación por las ciudades y
sus arquitecturas ha sido muy escasa, y que se suele confundir la cultura
apenas con la literatura y el
espectáculo, y si acaso con la pintura, la música, el ballet, el teatro y el
cine (¿Ciudad? en El País es una excepción).
Como se ha dicho
desde la antigüedad y lo
repitió Ludwig Wittgenstein, la arquitectura
es para inmortalizar o glorificar alguna cosa. “Así que mal puede haber
arquitectura cuando no queda nada para glorificar” concluía el celebre filosofo
vienes y arquitecto aficionado (Félix de Azúa: Diccionario de las artes, 2002). No podía prever que aquí se
“glorificaría” el gusto arribista y dependiente culturalmente que nos invade,
generalizando una nueva sub cultura de nuevos nuevo ricos, lamentablemente
asumida por muchos, que busca ser reconocida ya vuelta negocio. Para peor de males, entre nosotros aun es total la falta de interés
por una arquitectura que ahora debería ser para mejorar nuestras viviendas y
ciudades. Lo demuestran revistas que como Semana, con su “especial” de la
construcción (17/03/2008), no pasan de hacer sólo propaganda, y pareciera que
mientras pauten están dispuestos a publicar cualquier cosa y hacerla pasar como
información seria. Y hablan de “grandes ligas”
refiriéndose a la arquitectura como si se tratará de un deporte y no del
escenario de la cultura.
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