Sin duda es pertinente, interesante,
divertido y, sobre todo, bello, el ensayo sobre la fidelidad que leyó Fernando
Cruz Kronfly en la presentación, en días pasados, en la Biblioteca Departamental,
de su nueva novela La vida secreta de los
perros infieles. En conclusión, la fidelidad es cultural mientras la
infidelidad es biológica y una salida urbana a la poligamia “primitiva”. Así
como las ciudades son producto de la cultura, y lo dejó en claro Lewis Mumford
(La cultura de las ciudades, 1938),
el comportamiento de sus habitantes no lo es cuando son inmigrantes recién
llegados del campo buscando su progreso, o desplazados, que difícilmente lo
encuentran, como pasa en Cali. Igual que en China o
India, cuyo contraste campo ciudad es justo el tema de El Dios de Las Pequeñas Cosas (1996), de la bella
activista Arundhati
Roy.
El hecho es que, como dice el
economista Edward Glaeser: “Para prosperar, una ciudad tiene que atraer a
personas inteligentes y permitir que colaboren unas con otras.” (El triunfo de las ciudades, 2011, p.
310). Es lo que han permitido desde siempre las ciudades que son tales:
permitir que los ciudadanos se relacionen físicamente con otros (y hoy no
apenas por Internet), en calles, plazas y parques, para lo que tienen que ser
compactas y no desperdigadas como Cali, y especialmente provocar que
interactúen en esos edificios públicos en donde se dan actividades
intelectuales puramente urbanas. Desde el encuentro en restaurantes, cafés,
bares y tiendas de esquina, compartiendo “una mesa, una sonrisa o un beso”,
hasta en los museos, bibliotecas, teatros, salas de música, centros culturales
y aulas universitarias.
Mientras que en Cali la
“infidelidad” ronda por todas partes por parte de sus muy atractivas mujeres,
la “cultura” hay que buscarla como aguja en un pajar, y se la confunde apenas
con la literatura y si acaso con la pintura, y ahora con el “arte” que puede
ser cualquier cosa (Mario Vargas Llosa, La
civilización del espectáculo, 2012), cuando no con la “salsa”. La ciudad
como escenario de la cultura se desconoce, los hallazgos arqueológicos se
desprecian, el patrimonio construido se demuele por “viejo” y la arquitectura
es vista como una moda mas. Y lo de moda es una infortunada constante mas en
esta ciudad que ha tenido la desgracia de crecer demasiado rápido, y en la que
muchos de los mas inteligentes emigran y los que se quedan cada vez mas tienen
menos donde colaborar unos con otros.
Ahora son los centros
comerciales los que atraen a las personas y en donde, mas que colaborar unos
con otros, los jubilados acceden a la infidelidad imaginada, comen mal y de vez
en cuando ven cine, generalmente malo: simple espectáculo. Pero hablan unos con
otros dé lo humano y lo divino, lo que es la esencia de lo urbano cuando se
trata de una conversación significativa como dice Mumford. Y muy placentera
cuando está adobada por el maravilloso clima Cali y sus brisas frescas que
levantan faldas. Toda una secreta vida de perros infieles; y perras también,
aclaró Cruz Kronfly , y las que mas rieron fueron, como no, las muchas mujeres
de la nutrida audiencia que asistió a su presentación. ¿O será que en Cali, como
se titula la otra novela de Cruz Kronfly, presentada hace un mes, sólo queda el
Destierro?
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