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Debate necesario. 08.05.2008

Los premios suelen suscitar opiniones encontradas pero cuando alguno es muy cuestionable deja en evidencia a los que creen equivocadamente que entre gustos no hay disgustos. Como esos periodistas de farándula que aplauden la Biblioteca de Santo Domingo en Medellín, sin conocerla ni enterarse de sus inconvenientes, solo porque ganó en Portugal la VI Bienal Iberomaricana de Arquitectura y fue inaugurada por Sus Majestades, lo que consideran un honor para el país. Pero que apenas dicen que su arquitectura es de “meteoritos” y su autor costeño. O los necesitados del elogio mutuo que corren a consagrarla como la nueva arquitectura colombiana deseando que a rey muerto rey puesto. Ojalá este premio, interesado mas que interesante, sirva al menos para un debate serio y público sobre esa arquitectura espectáculo que aquí apenas se inicia, mientras en Europa está llamada a su desaparición “para formar parte de la historia” como lo cree, entre otros, Arturo G. de Terán (El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008).
          El hecho es que, desde nuestra “Independencia”, hace dos siglos casi todo nos llega, y tarde. Jurados, desconocidos para muchos, premian allá lo que no todos ellos conocen aquí, basándose solo en unos pocos planos y fotografías, la mayoría de volúmenes (como lamentablemente en nuestras bienales), premios que luego influyen en lo que hacemos aquí. No importa que el “exteriorismo” actual, como lo llama Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006), no considere nuestra realidad. Como esa presumida biblioteca de Giancarlo Mazzanti, que ignora la barriada pobre en que está y su escaso espacio urbano público con su equivoco significado, dudosa bioclimatización, carencia de confort, funcionalidad, facilidad de mantenimiento y seguridad, e imposibilidad de flexibilidad, adaptabilidad y reciclaje. Arquitectura efectista que no es el camino aquí, como tampoco lo fue allá la Casa de la Música de Porto, de Rem Koolhaas, uno de sus referentes, que tampoco es la nueva arquitectura portuguesa y apenas un ruidoso gesto de nuevo ricos en esa bella ciudad, amen de que parte de su espacio construido no se puede usar –ni ver- y sus escaleras y salidas son una trampa en una emergencia.
          La buena arquitectura no se puede globalizar, y, como insistió Rogelio Salmona, no solo es arte. También es función y técnica, pero paradójicamente su frivolidad actual se da cuando el avance constructivo y la proliferación de nuevos materiales hicieron posible en los edificios el paradigma de Marcel Duchamp, de que es la voluntad del artista lo que vuelve arte cualquier cosa, como su famoso orinal, que inició el arte conceptual. Por eso dice Ernest Gombrich que el arte no existe, sino solo los artistas que proponen nuevos problemas o los desarrollan; pero muchos, en el afán del cambio generacional, del que también habla (Historia del Arte,1949), lo tomaron literalmente pese a que con apenas proponérselo no basta, y mucho menos en arquitectura. Por supuesto esto tiene graves consecuencias pues estamos dañando nuestras ciudades con los edificios triviales, impertinentes y trasnochados que, en general, estamos haciendo. Pero solo con crítica, teoría e historia se dará un debate culto y amplio; y de ahí fructífero.

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