El problema de la movilidad (cualidad de movible) de los caleños, que no de la ciudad, como se ha venido diciendo
equivocadamente pues estas, en tanto artefactos, sólo se mueven con los temblores,
es que los carros se volvieron una necesidad después de haber sido un lujo hace
un siglo (André Gorz: La ideología social del automóvil, 1973). Y como dice Yubal Noah Harari “los lujos tienden a convertirse en
necesidades y a generar nuevas obligaciones” (De animales a dioses, 2014, p.106).
Para peor de males se piensa que el tránsito (pasar de
un punto a otro por vías públicas) es solo un problema de los vehículos (medio
de transporte de personas o cosas) y que estos son sólo los automóviles (que se
mueven por sí mismos) y no también las bicicletas. Y cuando se habla de
automóviles no se piensa también en motocicletas, taxis, buses y buses
articulados, confundiendo además el transporte colectivo con el masivo, el que
sólo pueden brindar trenes o buses biarticulados.
Finalmente,
los peatones (personas que van a pie por una vía pública) que deberían ser lo
prioritario en el tema de la movilidad de los ciudadanos, son lo último a tener
en cuenta en las soluciones viales, las que, justamente por eso, dejan de ser
tales. Por eso se insiste en que usen los puentes peatonales sin importar que
sean incómodo para los viejos, mujeres embarazadas, minusválidos y personas con
niños o maletas, gente con problemas de movilidad precisamente.
Y
lo mismo pasa con la insuficiencia y precariedad de los andenes, los que en
Cali son una vergüenza que habla mal de la ciudad como se ha repetido aquí
desde hace 15 años, y que junto con su deficiente transporte público han vuelto
los vehículos una necesidad real, y no sólo de prestigio social, manteniendo el
culto a los carros, y llenado la ciudad de motos. No el culto que proviene de la cultura o la instrucción,
si no de lo que es imposible sustraerse y se le rinde pleitesía.
Desde luego el bienvenido paso
pompeyano propuesto al final del Paseo Bolívar sería un ejemplo paradigmático y
es lamentable que no se entienda que la movilidad de los carros se solucionaría
con un semáforo “inteligente” que de paso a los peatones cuando sean
suficientes pero sin interrumpir la “ola verde” de los vehículos que se inicia
en el semáforo del Club Colombia con el que debería estar coordinado junto con
el del Conservatorio mas adelante.
Pero si no es suficientemente costoso para los intereses de los
contratistas de obras públicas, pues que se proceda al hundimiento de la vía
como se ha propuesto en esta columna (Pasos pompeyanos, 05/02/2015) retomando
el Plan del Centro Global que la tomó del concurso para la manzana al frente
del CAM. Se unirían peatonalmente sus dos plazoletas con la Plazoleta de la
Caleñidad, y el Paseo Bolívar con la Plazoleta del Correo, para beneficio de
carros y peatones.
¿Qué piensan los candidatos a la alcaldía al respecto? ¿Creen que la
movilidad de los peatones debe seguir dando paso a la de los vehículos? Si
leyeran a Yubal Noah Harari entenderían lo que significó para los actuales
humanos caminar erectos sobre dos piernas -un definitivo “un rasgo […]
singular” (p.21)- lo que posiblemente hayan olvidado de tanto andar en carro.
También aprenderían de elecciones: PERPETUUM MOBILE (pp.400 y ss) antes de que
el libro se agote de nuevo.
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