La dialéctica hegeliana, esa
transformación en la que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una
forma superior o síntesis, está recurrentemente ausente en las “soluciones” a
la movilidad, no de la ciudad, que solo se mueve con los temblores, sino, por
lo contrario, de sus ciudadanos, la que en Cali es cada vez mas lenta,
desagradable y costosa. No se buscan soluciones generales a largo plazo, un
plan vial y de transporte, inexistente en el POT actual sin que a nadie le
importe, sino la temporal de casos puntuales. Como el del sur como si la ciudad
no tuviera norte pues se confunden las excepciones con las reglas, y ya decía
Dante que el infierno esta lleno de buenas intenciones.
Los trancones, por ejemplo, no se
solucionan prohibiendo por unas horas unos días la circulación de los carros,
cuya compra animan los medios de comunicación, sino desestimulando su uso y
promoviendo, por lo contrario, el de los taxis, Uber incluido. Son lo mas
indicado cuando se sale a cenar, dado el caso, pues lo propio es hacerlo con un
par de copas de buen vino (un Bonarda de Finca las Moras, por ejemplo) y por
supuesto en restaurantes que no pongan el aire acondicionado en las frescas
noches de Cali, ya que enfría la comida, ni música alta que moleste la
conversación, sino todo lo contrario, como señala Antonio Caballero en “Comer o no comer/y otras notas de cocina”,
2014.
Igualmente, la alta accidentalidad de las motos y la molestia que
causan en las vías, no se soluciona limitándolas ni mucho menos prohibiéndolas
como algunos despistados han llegado a sugerir, sino por lo contrario dándoles
carriles exclusivos para su uso y educando a sus conductores. Cada vez serán
mas mientras no exista un transporte público económico, integrado y eficiente,
el que comienza por los andenes por los que se accede a sus paradas y
estaciones; o se sale de ellas, no sobra aclarar aquí en donde con frecuencia
es fácil llegar a, o salir de, alguna parte mas no lo contrario; y en algunas
no es posible ni lo uno ni lo otro.
Si hubiera andenes amplios, llanos,
sin obstáculos ni carros trepados en ellos, y arborizados, muchas personas que
ahora van a cualquier cosa en carro, por lo contrario caminarían como en París,
o irían en bicicleta como en Ámsterdam, ya que por su menor velocidad es mejor
que las ciclovías sean parte de los andenes y no de las calzadas junto con los
carros, que son mucho mas rápidos. E incluso simplemente demarcadas en los
andenes, como en Berlín, donde son muy anchos, o sea que en Cali apenas en
donde sea posible. Y que sean para circular no para pasear, y que justamente
por eso las usan los paseantes y no los ciclistas que van o salen del trabajo.
Hablar bien de Cali es dialogar,
argumentar y discutir pensando en el paraíso que podría ser esta ciudad
atravesada por ríos y quebradas, entre cerros, con una alta cordillera atrás y
un verde valle a su pies ¡y con este clima! Pero infortunadamente, al contrario
del infierno de Dante, muy mal urbanizada y con muy nuevos y disimiles
habitantes que no han tenido tiempo de adquirir una cultura urbana común, y que
ya se quedaron sin conocer la ciudad que tan bien dibujó Ever Astudillo, quien
murió la semana pasada; pero tampoco
conocen sus dibujos, ni los de Oscar Muñoz ni las fotografías de Fernell Franco
o de Alberto Lenis Burckardt.
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