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El vergel urbano. 04.04.2019


   Los tradicionales huertos con variedad de flores y árboles frutales del muy andaluz “Carmen” granadino llegaron al Nuevo Mundo, junto con la arquitectura hispanomusulmana y el español,
principalmente a la que llamarían la Nueva Granada. Pero al ya estar en las grandes ciudades desde luego presentan diferencias dependiendo de su tipo, localización y beneficiarios. Y siempre en función de la conservación del medio ambiente, la biodiversidad y la calidad de vida, y de recuperar para los nuevos ciudadanos, y que lo puedan ser de verdad, la biofilia (amor a la naturaleza) propia de los campesinos de antes, en su íntima y vital relación con la naturaleza, la que por supuesto debe permanecer.
Huertos y jardines en las viviendas, y parques, zonas verdes y fachadas verdes en el espacio urbano, requieren diferentes diseños, elaboración y mantenimiento. Y mientras huertos y jardines son privados, parques y zonas verdes son parte de la infraestructura pública de la ciudad (andenes, vías y redes de energía, agua, alcantarillado y comunicaciones), y las fachadas verdes, que en tanto están sobre calles que son públicas, son su complemento privado, mientras que las interiores lo son de patios y solares. Pero hay que interconectar toda esta vegetación, con andenes arborizados, para favorecer la biodiversidad y la salud física y mental de la gente amén de bienestar social y paz como en el interior de un templo sin fieles.
Antejardines, ventanas, balcones, terrazas y azoteas con hortalizas y flores conforman espacios peculiares por ser a la vez de propiedad y disfrute privados pero este de también público; igual que esos árboles y palmas que se asoman a las calles desde los patios de las casas coloniales y de tradición colonial, todo un espectáculo como en el conjunto de La Merced. Espacios que en el caso de los antejardines se volvieron conflictivos y en los que se debe impedir radicalmente su abusivo uso como estacionamiento “privado”, y cerrarse, si es necesario, únicamente con rejas que permitan disfrutarlos desde el andén, como fueron los primeros, de origen francés, que se importaron a la ciudad a inicios del siglo XX.
 Individuos, familias, vecinos y comunidades, acomodados a los usos y costumbres de la ciudad (urbanitas) pero beneficiados, según sean niños, adolescentes o ancianos de uno u otro sexo, por esos diferentes tipos y localizaciones de los nuevos vergeles urbanos, de manera diferente aunque simultanea. Ya sea disfrutando de una matera en su ventana, mirando al otro lado de la calle los antejardines de los vecinos, disfrutando del huerto propio o del comunal, caminando por frescos andenes arborizados, descansando y recreándose en los parques públicos, o mirando las zonas verdes desde bicicletas, motos, carros, buses y trenes de cercanías en sus diferentes movimientos por la ciudad, pues todo junto constituye el vergel urbano.
         Vergel viene del occitano antiguo, vergier, y este del latín, viridarium (arboleda) y ahora hay que entenderlo dentro de las ciudades y con hortalizas y no solo flores y frutas; y urbano, del latín urbs, es todo lo perteneciente o relativo a la ciudad. Así, vergel urbano viene a ser la presencia y uso de hortalizas, frutos, flores y árboles en los diferentes espacios urbanos, públicos, privados o semipúblicos, que sí que hace falta en Cali, en donde muchos no saben apreciar su envidiable clima y paisaje, y que nada les importa el cambio climático ni su sobrepoblación y destrucción de su patrimonio cultural; y de ahí que sea un asunto político del que los medios deberían informar en una crónica verde y no apenas la roja de todos los días.

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