No es ético por parte de un arquitecto
limitarse a hacer literalmente lo que el cliente le pide para su vivienda, en
lugar de diseñarle lo que con su experiencia y conocimiento considera que necesita,
incluida la estética, para lo cual por supuesto debe oírlo a el y a su familia
y amigos y conocidos metidos. Cosa que aquí casi ninguno hace, limitándose a
copiar imágenes de moda en el exterior y que muestran las revistas que nos
mandan, pues como le decía en días pasados Susanita a Mafalda, solo es “bueno”
lo que se acepta allá, en Estados Unidos y Europa, no lo que es bueno aquí; ni
siquiera lo que comprobadamente ha sido mejor aquí.
Igual que ese usuario del transporte
público que decía que no le gustaba el transporte ni el publico, juego de
palabras que lleva a pensar en que es preciso mejorar al tiempo el transporte y
el público. Que hay que educar como a un niño al cliente al tiempo que se
desarrolla el proyecto, incluso si no se trata de una vivienda unipersonal. El
problema desde luego es que en general ya se creen “grandes” o que lo que
necesitan es una costurera y no un gran modisto y ni siquiera un buen sastre. Y
en arquitectura, además, pese a que aquí cada vez hay mas de las primeras, hay
menos de los últimos y de los segundos ya no queda ninguno.
En general los clientes no entienden que son personas que por algo
han decidido utilizar los servicios de un profesional con el supuesto de que
ejerce su oficio con capacidad y aplicación y con una experiencia comprobada en
el mismo, es decir con relevante capacidad y aplicación. Además los clientes de
los arquitectos suelen creer ingenuamente que saben lo que quieren, pero lo que
los arquitectos deben saber es qué es lo que en realidad necesitan y descifrar
su gusto, el que no es nunca algo subjetivo como se cree; es cultural y se
forma ya de niños, cuando se aprende todo, junto con la lengua, comidas,
costumbres, comportamientos y religiones.
La ética profesional de un arquitecto que lo sea es pues el
conjunto de normas morales que rigen su conducta como tal, mas allá de una
simple actividad a cambio de dinero. Que vergüenza cuando justifican algo
diciendo que el cliente se lo pidió, como si se tratara de servir
obsequiosamente a un superior. Lo que si era cierto en la antigüedad cuando
sacerdotes arquitectos levantaron sus magnificas obras a sus respectivos
dioses, los mejores clientes posibles pues no necesitan nada y lo tienen todo
ya que solo existen en el mundo de las creencias, por lo que es posible ponerse
bajo su protección o tutela sin comprometer el oficio.
Es el problema de ser ateo y arquitecto, y querer poner la
arquitectura al servicio ya no de dioses sino de hombres y mujeres comunes pero
queriendo que habiten como dioses o al menos como príncipes. Fue lo que
pretendió el Movimiento Moderno en arquitectura, ese último reducto del
humanismo: ponerla al servicio del ser humano. Es lo que ahora logra la
arquitectura realmente pos moderna (el posmodernismo no pasó del banal
espectáculo) al conjugar el antiquísimo arte de la arquitectura con lo mas
actual de sus varias técnicas; una nueva ética sumada a una vieja estética:
vencer con gracia la gravedad y enaltecer los recorridos al tiempo que se cuida
de su sostenibilidad, seguridad, funcionalidad y confort: de una lo entendería
Mafalda.
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