“No son genios lo que necesitamos ahora” clamaba hace medio siglo el reconocido arquitecto catalán Jose
Antonio Coderch (Domus, 11/ 1961), poco antes de que comenzaran las
décadas de la muy buena arquitectura en España, como la estimaba Wiliam Curtis
(Una perspectiva histórica/España durante
los ochenta. A&V Nº 24, 1990),
la que lamentablemente terminó en lo que Coderch temía, y que ahora que ya no
la quieren ni pueden allá nos la quieren imponer aquí.
De ahí que sea urgente formar buenos
diseñadores de edificios y no “estimular” genialidades. Por esta fatal
equivocación, generalizada con la proliferación de nuevos programas de
arquitectura en el país, y la carencia de buenos profesores, nuestras ciudades
se han vuelto colchas de retazos. Todo se diseña sin ética profesional como si
fuera único por los que se
creeen genios de la estética, y no como discretas
partes de ciudades, que siempre habían tenido apenas unos pocos monumentos.
En muchos de los ejercicios de
proyectación en las escuelas de arquitectura la ciudad no existe, solo
edificios caprichosos y descontextualizados, las mas de las veces, pues no
parten de unas determinantes previas. Es mas, apenas se ven sus imágenes en dos
dimensiones, que se valoran como si fueran dibujos en lugar de ser “leídas”
como representaciones de espacios y volúmenes, y las maquetas mas parecen
“bonitos” objetos, y se ven desde arriba
como nunca se ven edificios ni ciudades.
A los estudiantes se los pone a
hacer lo que buena parte de sus profesores raramente practica, en lugar de
enseñarles como se diseñan edificios. Pero por supuesto sólo es posible enseñar
lo que se sabe, y en el caso de un oficio, como lo es proyectar edificios que
conforman ciudades, solo se sabe lo que se practica, y a partir de dicha
práctica, ahí si, teorizar, pero partiendo de lo local, en lugar de ignorarlo
como si se tuviera vergüenza de lo propio.
Hay
que enseñar métodos de diseño, como lo es
seguir una tipología modular ya sea de planta central, a naves o atrial
-las únicas maneras de conformar geométricamente un espacio-, y sus
combinaciones y variaciones. Crear nuevas formas a partir de analogías con un modelo ejemplar en su emplazamiento, función, construcción
o forma. O aplicar un canon de disposiciones y patrones. O una combinación de métodos según lo
pertinente para cada proyecto.
La “caja negra”, una
(supuesta) espontaneidad o inspiración, es mas propia del arte que de la
arquitectura, que también lo es, pero no únicamente, aun que sea lo que la
diferencia de la construcción, y por eso está presente en ella de alguna
manera, pero en ningún caso debe ser el único punto de partida. Al menos hay
que dudar con el cerebro de los impulsos del corazón, y enseñar a dudar de lo que se enseña, como dicen que recomendaba
José Ortega y Gasset.
Finalmente, la historia de
la arquitectura, que nutre todo proyecto pues la arquitectura, en tanto arte,
también es histórica, tendría que partir de la nuestra actual y seguir hacia
atrás sus transculturaciones e influencias, al tiempo que sus adelantos en
tanto técnica. Y no apenas los estilos, autores y fechas propios de la historia
del arte, y por supuesto, además de las tradiciones, tiene que comenzar por la
geografía en la que se desarrolla, sus climas y paisajes.
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