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El Robado. 08.11.2012


          La contundente denuncia de Salomón Kalmanovitz sobre el nuevo terminal del aeropuerto de Bogotá (El Espectador, 29/10/2012), confirma lo ya dicho aquí y por varios otros columnistas (ver www.TorredeBabel), y eso que no menciona el despropósito de demoler sin ninguna necesidad el edificio principal del terminal anterior, aparte del negocio que hay de por medio, pues se podría reutilizar para diferentes usos. Además, la verdad es que el nuevo edificio simplemente replica aquí esa arquitectura espectáculo como la de esos 22 nuevos terminales en España que son buena parte de las grandes obras públicas del gran despilfarro que se ha vivido en Europa y Estados Unidos en los últimos años, donde miles de edificios sin calidad acabaron con su economía, como lo ha señalado Paul Goldberger  (A. Zabalbeascoa, El País, Madrid 2012).
            Según Kalmanovitz a costado $1.8 billones, a $17.3 millones por m2 de construcción, el doble de lo que costó la ampliación de los de Panamá y Lima, y como les consta a muchos viajeros no es tan funcional como sería de esperar. Ya Avianca les pide a los usuarios del nuevo terminal, que “nos acerca cada vez mas al mundo”, llegar tres horas y media antes de sus vuelos, pero callan que aleja cada vez mas los taxis de los aviones. A Kalmanovitz le tomó una hora y veinte minutos pasar del avión al carro. Además, insólitamente cuenta con menos posiciones para los aviones que el anterior terminal, por lo que ya se dice que quedó pequeño para la capital, por donde ahora tienen que pasar casi todos los vuelos nacionales. Hasta para ir de Cali a Manizales, lo que implica mas tiempo que ir en carro.
            Y el nuevo terminal (insisten en llamarlo nuevo aeropuerto, que no lo es), no es funcional precisamente por lo grande y es grande porque es un gran negocio hacerlo desmedido, como el nuevo terminal de Barajas. El contrato con la firma Odinsa–Opain ha sido modificado varias oportunidades para beneficio de los contratistas, a costa del costo de la obra y de su calidad y funcionalidad, como dice Kalmanovitz, y falta la torre de control que pasó de US$ 15 millones a 180. Al fin y al cabo es la misma empresa que dejo semi oculto el Mambo, nos recuerda, y desfigurado burdamente el Parque de la Independencia en Bogotá con un proyecto a la moda, otorgado a dedo a Giancarlo Mazzanti, y un nuevo puente sobre la Séptima que terminó costando mucho mas de lo presupuestado, incluyendo la demolición del anterior, mas faltaba.
            Antes los “sudacas” fuimos los conejillos de indias para construir aquí lo que en Europa no se permitía en sus amplios y consolidados centros históricos,  y ahora somos los chivos expiatorios que pagamos y soportamos la arquitectura espectáculo que los “euracas” de ahora ya no pueden hacer allá. Como la del nuevo terminal del aeropuerto de Bogotá, y la del BD Bacatá Downtown, “el complejo arquitectónico más ambicioso que se construye actualmente en el país y que se posicionará como el nuevo icono de la renovación del centro de Bogotá, el proyecto inmobiliario más importante del momento. Se trata de un rascacielos compuesto por dos torres, una de ellas la más alta de Colombia, con 66 pisos y 114.384 m2 de construcción total”, es decir, otro “dorado” mas, a cambio ya no de espejitos si no de insulso vidrio.


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