La contundente denuncia de Salomón
Kalmanovitz sobre el nuevo terminal del aeropuerto de Bogotá (El Espectador,
29/10/2012), confirma lo ya dicho aquí y por varios otros columnistas (ver www.TorredeBabel),
y eso que no menciona el despropósito de demoler sin ninguna necesidad el
edificio principal del terminal anterior, aparte del negocio que hay de por
medio, pues se podría reutilizar para diferentes usos. Además, la verdad es que
el nuevo edificio simplemente replica aquí esa arquitectura espectáculo como la
de esos 22 nuevos terminales en España que son buena parte de las grandes obras
públicas del gran despilfarro que se ha vivido en Europa y Estados Unidos en
los últimos años, donde miles de edificios sin calidad acabaron con su economía,
como lo ha señalado Paul Goldberger (A. Zabalbeascoa, El País, Madrid 2012).
Según
Kalmanovitz a costado $1.8 billones, a $17.3 millones por m2 de construcción,
el doble de lo que costó la ampliación de los de Panamá y Lima, y como les
consta a muchos viajeros no es tan funcional como sería de esperar. Ya Avianca
les pide a los usuarios del nuevo terminal, que “nos acerca cada vez mas al
mundo”, llegar tres horas y media antes de sus vuelos, pero callan que aleja
cada vez mas los taxis de los aviones. A Kalmanovitz le tomó una hora y veinte
minutos pasar del avión al carro. Además, insólitamente cuenta con menos
posiciones para los aviones que el anterior terminal, por lo que ya se dice que
quedó pequeño para la capital, por donde ahora tienen que pasar casi todos los
vuelos nacionales. Hasta para ir de Cali a Manizales, lo que implica mas tiempo
que ir en carro.
Y
el nuevo terminal (insisten en llamarlo nuevo aeropuerto, que no lo es), no es
funcional precisamente por lo grande y es grande porque es un gran negocio
hacerlo desmedido, como el nuevo terminal de Barajas. El contrato con la firma
Odinsa–Opain ha sido modificado varias oportunidades para beneficio de los
contratistas, a costa del costo de la obra y de su calidad y funcionalidad,
como dice Kalmanovitz, y falta la torre de control que pasó de US$ 15 millones
a 180. Al fin y al cabo es la misma empresa que dejo semi oculto el Mambo, nos
recuerda, y desfigurado burdamente el Parque de la Independencia en Bogotá con
un proyecto a la moda, otorgado a dedo a Giancarlo Mazzanti, y un nuevo puente
sobre la Séptima que terminó costando mucho mas de lo presupuestado, incluyendo
la demolición del anterior, mas faltaba.
Antes
los “sudacas” fuimos los conejillos de indias para construir aquí lo que en
Europa no se permitía en sus amplios y consolidados centros históricos, y ahora somos los chivos expiatorios que
pagamos y soportamos la arquitectura espectáculo que los “euracas” de ahora ya no pueden hacer allá. Como la del nuevo terminal del
aeropuerto de Bogotá, y la del BD Bacatá Downtown, “el
complejo arquitectónico más ambicioso que se construye actualmente en el país y
que se posicionará como el nuevo icono de la renovación del centro de Bogotá,
el proyecto inmobiliario más importante del momento. Se trata de un rascacielos
compuesto por dos torres, una de ellas la más alta de Colombia, con 66 pisos y
114.384 m2 de construcción total”, es decir, otro “dorado” mas, a cambio ya no
de espejitos si no de insulso vidrio.
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