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Granada. 24.02.2011

Debido al rapidísimo crecimiento de la nueva capital del nuevo departamento del Valle del Cauca, se construye en 1921, al otro lado del Río Cali, el elegante barrio Gra­nada. Este vive su auge a hasta finales de los 50, cuando es desplazado poco a poco por otros nuevos ensanches de la ciudad. Ya a finales del siglo, abandonado por sus habitantes tradicionales, se transforma desordenadamente en un ruidoso sector comercial y de “rumba”, que se pone de moda cuando los caleños descubren el placer de salir a cenar. Se llena de restaurantes y las calles no dan abasto al estacionamiento de carros al punto de que se abre paso la necesidad de su renovación urbana, proyecto del que inicialmente se ocupa la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Pero ahora, en lugar de racionalizar su transformación, lo que se está haciendo es un despropósito por donde se lo mire. No aprendimos de la remodelación de la Avenida Sexta, donde el vandalismo acabó con lo que se hizo pues no se consideró que hay que simplificar el uso y mantenimiento del espacio urbano público, y no lo contrario.
            La eliminación del estacionamiento en sus calles llevaría a que muchos almacenes y restaurantes tendrán que cerrar o irse a otra parte, y ya lo están haciendo. Lo que aprovechan los que redondean extensos lotes tumbando casas de valor patrimonial y edificios recién hechos para construir grandes conjuntos con garajes propios. Y pensar que la gente va a dejar sus carros en la Plazoleta de la Caleñidad –ya parada y que no se sabe cuando se terminará-  y caminar varias cuadras para ver  gente, comprar o cenar en una terraza, es ingenuo, y terminarán subiendo los carros a los andenes. Afortunadamente el Comité de Movilidad, ante la presión ciudadana, cederá en lo de dejar las calles transversales de un solo carril, que por supuesto era insuficiente en las que dan acceso a Juanambú, pero desde luego la demolición de lo ya construido será por cuenta de los contribuyentes. Finalmente, dejándolas para estacionar se podría hacer una única avenida por la mitad del barrio y no el estrambótico “paseo” de  varios tramos cortos y paralelos, único en el mundo, que tienen “pensado”.
            Es que en esta ciudad tan nueva re inventamos lo ya inventado, o tomamos lo de afuera desconociendo las constantes urbanas que lo determinan y las diferencias de clima, paisaje y tradiciones, o las circunstancias de tiempo y lugar, y buenos propósitos como el MIO se ejecutan mal. Se evaden los concursos públicos, de ley, no se consulta en las universidades y asociaciones de ingenieros y arquitectos con los conocedores del tema, o se desconocen sus recomendaciones. No se espera a un consenso mínimo antes de iniciar  las obras, las que además los contratistas pueden modificar. Su “socialización” se basa solo en mostrar una y otra vez unas pocas imágenes aéreas con información engañosa  (los tres arcos del Puente Ortiz o las seductoras imágenes del proyecto de la Avenida Sexta), y como si los peatones en Cali volaran en vez de caminar. Finalmente, están los que irresponsablemente corren a pagar sin pensar en su supuesta valorización para “salir de una vez de eso”, o los que creen contra toda evidencia que “eso” es modernización, progreso o desarrollo pero que no pagan.

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