La
finta del Presidente, ahora mas esgrimista que jugador de póker, nos saldrá
cara a todos. La construcción de viviendas en las ciudades colombianas, debido
a su rapidísimo y cada vez mas voluminoso crecimiento, es lo peor que les ha
pasado. Las casas en serie para todos los estratos las extendió
innecesariamente a casi todas, beneficiando únicamente a los terratenientes que
las rodean al permitirles urbanizar sus tierras, con todos los inconvenientes y
problemas que implica tener que ensanchar la infraestructura de vías y
servicios, demorar la movilidad de la gente y mermar la animación urbana. O se
llenaron de edificios de apartamentos, innecesariamente altos y sin espacio
urbano ni infraestructura suficientes, pero no los suficientes para compensar
las bajísimas densidades que hoy tienen.
El
amago del Presidente para golpear a sus opositores los ha llevado a demostrar
lo demagógico de su insólito ofrecimiento de 100 mil casas con traslado de
ministro y todo. Ya aclarado el por que, toca ahondar en el cómo, dónde, con
qué y para quién. Los mas pobres necesitan es trabajo y no casitas alejadas de
su rebusque y diseñadas y construidas sin considerar sus diferencias
culturales. Terminan conformando guetos y los únicos que ganan son los
negociantes que las construyen y los politiqueros que sacan su tajada, pues son
financiadas con dineros públicos, comenzando por el Presidente, que desde luego
no pretende plata cantante y sonante sino la aprobación en las encuestas que ya
recuperó. Al fin y al cabo, la primera acepción de finta es el “tributo que se pagaba al príncipe[…] en caso
de grave necesidad”.
De
otro lado, como ya se dijo hace años en esta columna (Vivienda y ciudad,
04/05/2006) analizar aisladamente el problema del déficit de viviendas de
interés social oculta un problema mayor y que por supuesto lo incluye: el
déficit de belleza, urbanidad y urbanismo de nuestras ciudades. Insistimos en
confundir vivienda e infraestructura con ciudad, pese a que desde hace mas de
treinta años quedó en claro, en un estudio del Centro de Planificación y
Urbanismo de la Universidad de los Andes, que la mayoría de la gente puede
resolver sola sus necesidades privadas, y que muchas veces lo hace mejor que el
Estado (lo corroboran las encuestas), pero que le es casi imposible solucionar
los muchos problemas públicos de la ciudad en tanto que artefacto, y si lo
hacen es a costa de su privatización.
El déficit de nuestras ciudades no es solo de vías, transporte colectivo
y servicios, ni de recreación, educación, salud y seguridad, temas recurrentes
cuando se habla de la ciudad, sino que es especialmente de espacio público:
andenes, semáforos para poder cruzar con seguridad y tranquilidad por las
esquinas, plazas en donde encontrar a los demás y parques en donde recrearse. Y
sobre todo déficit de belleza urbana. Castro mostró que el problema era de
recursos, Mokcus que era de urbanidad y Peñalosa que también era de urbanismo.
Pero pese a que ya la mayoría de los colombianos vivimos en ciudades, aun no
nos damos cuenta de en dónde es que estamos y que en ellas nada es gratis, ni
siquiera siendo oficial del US-SS, y elegimos alcaldes que prometen de todo
sabiendo que no tienen con que.
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