Puede ser el
subdesarrollo, un cierto rasgo cultural, una desconocida característica
biológica, o todo junto pero el hecho es que en esta
ciudad no podemos pensar con ponderación, orden y realismo. Todo es “todo o
nada”. Que autopista, que tren de cercanías, que Mio, que “sendero ecológico”,
que ciclovía, que motovía, cuando lo que se necesita es todo esto y más, pero
junto e integrado, e inclusive el “elevado” que propone el arquitecto Juan
Marchant. Pero primero que todo habría que completar el “par vial” de la 25-26
a lo largo de la ciudad. Es insólito que nada se haya hecho aun, o tal vez no
pues lo que nos gusta en esta época, en que no solo seguimos jugando con las ciudades
sino con el planeta, es lo “novedoso”, costoso y espectacular como insiste
Mario Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012).
Completar el par vial de
la 25 -26, ampliar sus dos vías a tres carriles en donde no los hay y poner
semáforos coordinados en todos sus cruces, es nada costoso comparado con las 21
mega incompletas obras, y tendría una inmejorable relación costo-beneficio.
Pero de esto nada se habla, ocupados como estamos todos en negocios, coimas y
planes de desarrollo, cuando ni siquiera contamos con uno vial y de ocupación y
uso del suelo urbano, sobre el que nada vale mientras todos sigamos ignorando
que es propiedad privada. Pero no es sino ver todo el mapa de Cali, pues los de
Planeación nada muestran de los vecinos y así no se puede entender todo el
potencial del corredor férreo para su transito, transporte y equipamiento
urbano, financiable con la valorización, esa si real, no apenas de las áreas
aledañas sino de toda la ciudad.
Precisamente el que el corredor férreo
sea de la Nación es una oportunidad que hace prioritaria su utilización como
columna vertebral del trafico y transporte de una ciudad que se ha extendido
incontroladamente a todo su largo, pero en la que nada se ha hecho para
consolidarlo como tal pese a que era la propuesta de Protrans. Ya hace cinco
años que en esta columna se insiste sobre el tema (El
corredor férreo, 15/11/2007), cuando Harold Banguero se preguntaba todo lo que podría costar si hubiera que comprarlo. Esta franja ancha y desocupada
de terreno llano que atraviesa a Cali de sur a norte, justo por su mitad, a nivel y casi recta, entre el piedemonte y el Río Cauca,
propiedad de la Nación, ya la quisiera cualquier ciudad.
Por allí debería
ir el Mio, el tren de
cercanías y una autopista urbana, en medio de la gran alameda también ya
propuesta aquí. Con un buen diseño de niveles
podría ser la oportunidad de unir las dos mitades de Cali, lo que sería de toda
la importancia política, económica, social y cultural de la que nada hablamos.
A su largo se podrían hacer centros comerciales, de educación, salud y deporte,
y edificios de cinco pisos de apartamentos en lugar de casitas “gratis” lejos
del Centro, lo que vuelve el transporte de sus “favorecidos” muy costoso. Y
“torres” para oficinas y vivienda para ingresos medios y altos, que nada
taparían la brisa fresca de la tarde, ni la vista a los cerros, como sí en la
Circunvalación, y en cambio todos la tendrían inmejorable sobre toda la
cordillera y el valle, de lo cual también ya se habló; pero es que hay que
insistir.
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