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Lo moderno. 02.12.2010

Dinamitar unos edificios modernos en Cali “para darle paso a la modernidad” y querer demoler “por viejo” el muy moderno edificio del aereopuerto El Dorado en Bogotá (el contrato ya está adjudicado), muestra lo confundidos que están los que piensan que destruir en lugar de construir es progreso, avance, adelanto, perfeccionamiento. Lo que sí resulta moderno, perteneciente a nuestro tiempo, como dice el DRAE, es esa pulsión demoledora del último medio siglo en Colombia y especialmente en Cali desde los Juegos Panamericanos. Y lo mas grave es que no se reemplaza todo y cuando se hace con frecuencia no es un desarrollo, un incremento técnico y justificado de la arquitectura moderna, sino apenas su evolución estética, que es solo pasar de un estado a otro no necesariamente mejor. La arquitectura en tanto técnica se puede desarrollar pero su estética solo evoluciona, y es perverso cuando esta evolución compromete su desarrollo, como hoy entre nosotros cuando se insiste en la arquitectura espectáculo, ya superada internacionalmente, y no en la sostenible y contextual que es la prioridad actual.
            Muchos desprecian vergonzantemente nuestro patrimonio construido por “viejo” y no entienden que lo hemos heredado y que por lo tanto es parte fundamental de nuestra identidad, o, por lo contrarió, apenas conciben como tal lo colonial y no ven que nuestras construcciones modernas también pueden ser “propias”. Para rematar, foreing fashions fascinate us  y  supuestamente nos equiparan con el mundo desarrollado, con lo “moderno”. El Dorado y esos edificios dinamitados por supuesto ya eran parte de nuestro patrimonio e identidad; tenían mas de medio siglo, y hasta tres generaciones pasaron por ellos. Pero como dice María Eugenia Martínez Delgado (El Espectador, 25/08/ 2010) el problema no es apenas declarar este tipo de inmuebles como bienes de interés cultural (BIC) si no ocuparlos y sostenerlos, pues muchos se encuentran vacíos, articulándolos a las políticas habitacionales y oponiéndose a la voracidad inmobiliaria, al negocio de las demoliciones y a los políticos ignorantes que nos tratan de convencer de su obsolescencia; de que no son modernos.      
            Pero lo verdaderamente moderno es lo contrario. Por ejemplo en Cali, entre la Carrera 1º y la 15 hay importantes inmuebles de interés cultural como la Estación del ferrocarril, el Terminal de transportes, la Licorera, las antiguas Bodegas del ferrocarril y el Molino Roncallo, a los que habría que dar un destino adecuado, integrándolos a un nuevo Centro en esa zona de la ciudad, muy cercana además al Centro tradicional. Allí se cruzan el corredor férreo, eje urbano y regional actual en dirección sur-norte, con el Río Cali,  eje histórico en la este-oeste, y de ahí  su enorme importancia. Es urgente su recuperación, pero lo primero que habría que hacer es completar el par vial de las calles 25 y 26, de Jamundí a Yumbo, lo que ha debido ser una de las megaobras, y cuyo diseño ya había sido adelantado por la desaparecida Protrans, incluyendo el tren de cercanías, absurdamente dejado de lado por el gobierno de Uribe hace ocho años. Pero por ahora  solo habrá un costosísimo alumbrado navideño y si no se le paran bolas al jarillón, y se rompe, hasta allí llegará la inundación de Aguablanca.

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