Ir al contenido principal

María. 08.10.2015


          De pronto se oyó un golpe seco, seguido y acompasado, acompañado, o eso parecía, de una canción en voz baja; pero solo unos pasos mas adelante se vio que se trataba de un bastón de ciego, y que lo portaba una mujer alta, algo gruesa mas muy erguida, y sin duda célebre, como la llamaría con acierto Julio Cesar Londoño convirtiéndola en un bello cuento. Yo acababa de atravesar la Calle Quince, esquivando las motos que circulan por los que eran sus andenes, y como si fuera poco pegándome a las paredes para dar paso a los carros que por allí tienen ahora que entrar a los estacionamientos, y con los buses del MIO resoplando prácticamente encima como si fueran de otros.
          Con la venia de Paul Johnson, quien opina que en las columnas de opinión no se deben tratar intimidades (Al diablo con Picasso, 1997), les cuento que le pregunté a la ciega si podía hablarle dos minutos y para que no se inquietara le dije que era columnista de El País. Sonrió pero me contesto que no quería salir en el periódico, a lo que respondí que no se preocupara, y que yo tampoco y menos sonriendo como si no pasara nada. Le comenté que cómo hacia para caminar por esos estrechos andenes llenos de huecos y de gente y que si la ayudaban, y contesto que si y que sus oídos eran sus ojos. Me despedí y sin que se diera cuenta comencé a seguirla de cerca por la Carrera Cuarta.
          En la Calle Catorce paró en seco en el sardinel al “ver” un bus con pinta de camión que venia tronando, y solo cruzó cuando el silencio le dio vía. No había nadie para ayudarla pero en la Calle Trece un muchacho rápidamente la tomó del brazo y la llevó  sonriendo al otro lado. Más adelante unos jubilados, o que lo parecían, sentados contra un antepecho, se la pasaron de mano en mano e incluso uno la retuvo coquetamente un instante. Les pregunte que si la veían todos los días y todos rieron con picardía. Los peatones se hacían a un lado para dejarla pasar y cuando a veces tropezaba con ellos sonreían con amabilidad, sonrisas que supongo ella sí podía oír.
          A media cuadra de la Plaza de Caicedo (así está en el pedestal del prócer) oí un vozarrón que la guiaba como desde una torre de control pues se trataba de un hombre muy alto, bien parecido y de profunda mirada, que parecía indio de la India: ¡para! ¡a la izquierda! ¡sigue adelante! ¡ojo con el hueco! Me detuve largo a hablar con el y me contó que se llama María, que había que tener solidaridad y no compasión, y cuando una sardina metió la cucharada hablando de otro ciego que también pasaba por allí pero al que no le gustaba que lo ayudaran, remató con un “ciegos los que no entienden” que me hizo vislumbrar que no hay mas ciego que el que no sabe ver.
          Traté de alcanzarla pero ya se había perdido pues caminaba rápido y cantando bajo el sol, y fui a La Nacional a comprar el Manual de Escritura de Andrés Hoyos, y apenas llegue a mi casa, en San Antonio, comencé a escribir esto motivado por los que ayudan con alegría, no con compasión, y que en esta desvencijada ciudad sacan la cara por Cali. Y por personas como ella que la ven mejor por la sencilla razón de que camina por su Centro, cosa que hace años no hace ningún alcalde, y solo resta pensar si sonreiría al tropezarse con algún concejal como lo hacia cuando casi se topaba con una “muela” saliente de las muchas que dejó su ignorante “modernización” en todas sus calles.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pasos pompeyanos. 05.02.2015

          Ya los romanos los usaban, como en Pompeya, de donde toman su nombre, para cruzar sus calles sin mancharse con la inmundicia y el barro . Pero ahora y aquí, el que se ha dicho que se hará al final del Paseo Bolívar definitivamente es un paso adelante en esta ciudad sin andenes por donde pasear y ni siquiera caminar. Decir que un semáforo allí causará trancones viales es exagerado aunque por supuesto no existirían nunca si estuviera unido con el anterior y el siguiente, generando por la Avenida 2º Norte una “ola verde”, es decir una serie de semáforos coordinados para permitir el flujo continuo del tránsito rodado sobre varias intersecciones en una misma dirección . Pero mejor seria el hundimiento de la Avenida desde el edificio Las Ceibas hasta el Conservatorio, y prolongar el puente peatonal del CAM hasta donde hoy está la Plazoleta de la caleñidad, ya propuestos por Sara María Giraldo, Heinz von Halle y el autor de esta co...

El estado de la cuestión. 21.02.2024

 Se trata de la base teórica sobre la que se sustenta un escrito, o que se rebate en su desarrollo posterior, y que forma parte del mismo. Pero si bien es lo ético en una columna de opinión, debería ser obligatorio en toda propuesta para la ciudad, lo que no suele suceder en Cali en donde cada cuatro años cada nuevo Gobierno Municipal simplemente ignora las propuestas de los anteriores e improvisa otras. Es lo que ahora hay que evitar en el caso del interés actual por el Centro de la ciudad o la propuesta para el Tren de cercanías, la que primero que todo se debería sustentar en la conformación del Área Metropolitana de la ciudad a partir de la que de hecho ya existe. El Área Metropolitana es la que engloba una ciudad principal (la metrópolis) que le da su nombre, y una serie de ciudades dormitorio, industriales, comerciales o de servicios (Wikipedia). Por eso la de Cali no se debe confundir con la región de ciudades del valle alto del rio Cauca, que se extiende de la Virginia a Sa...

Viaje a la arquitectura

  Recorriendo su bello país de la mano de José Saramago (Azinhaga, Portugal 1922-2010 Tías, Las Palmas, España, Premio Nobel de Literatura de 1989) de octubre de 1979 a julio de 1980, es muy grato encontrar a lo largo de Viaje a Portugal, 2022, más de 726 páginas de comidas, bebidas, gentes, paisajes, plazas y parques. Y capillas, iglesias, palacios, castillos y murallas -17 declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco- la gran mayoría muy interesantes para entender, con las palabras de Saramago, en qué consiste lo emocionante que pueden ser, y por qué “la utilidad no es incompatible con la belleza” (p. 450) y que “la arquitectura, sólo por sí, puede hacer feliz a un hombre” (p. 439). Escribiendo sobre la iglesia del Senhor Bom Jesus, en Matosinhos, dice Saramago que su arquitecto, Nicolau Nasoni (San Giovani, Valdarno, Italia 1691-1773 Oporto, Portugal) supo “entender los misterios del granito lusitano, darles espacio para llegar mejor a los ojos, alternando lo oscuro de la...