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Muros. 03.12.2009

            En el XIII Seminario de Arquitectura Latinoamericana, en Isthmus,  Panamá (Comisión  6), quedó claro que nuestro patrimonio urbano y arquitectónico común, tan relacionado con nuestra identidad y paisajes, es también parte fundamental del concepto de sostenibilidad y no apenas lo bioclimático, y que es cada vez mayor el interés en reutilizarlo. Sus formas, que surgen de un sistema constructivo determinado por un material, la tierra, son características de los cascos viejos y primeros ensanches de nuestras ciudades tradicionales, y pese a ser construidos hace años no dejan de ser actuales y por lo contrarío son los que mas perduran.
Al intervenir en ellos debemos tener en cuenta su arquitectura pues es imposible hacer ni siquiera todo un barrio de nuevo al mismo tiempo, e indeseable culturalmente pues es lo mejor que tenemos. Como dice Fernando Chueca Goitía "el ser rica en masa y en espacio le presta a la arquitectura americana su  majestad y señorío.  Con menos medios y a veces con unos materiales pobres, jamás se ha conseguido tanta dignidad" (Invariantes…, 1979). De otro lado, los edificios son responsables directa o indirectamente de buena parte del calentamiento global, y tenemos mucho que reinterpretar y aprender de esa arquitectura que de hecho es bioclimática.
La tierra es nuestro mas económico, abundante, reusable y degradable material de construcción, y se lo está utilizando de nuevo de manera tan sencilla como lo es el viejo relleno. Durante la Colonia y hasta ya entrado el siglo XX, en Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, y también en México, Perú y Bolivia, los muros, principalmente en el campo, como los de las casas de hacienda y sus  capillas, baños, trapiches, ramadas y portadas, son de tierra. Inicialmente en  “embutido” o  “bahareque” indígenas, a los que mas tarde se agregó la tapia pisada y la mampostería de adobes, traída por los españoles del Mediterráneo y de vieja tradición islámica.
El bahareque, re usado en el Eje Cafetero revocando la esterilla con cemento y arena, por su mayor duración, rapidez, economía y comportamiento sismo resistente, y el Cinvaram (adobes de tierra estabilizada), son ejemplo de las nuevas posibilidades de nuestra arquitectura de tierra. Pero también los muros de mampostería estructural,  que son los mas indicados en zonas de alto riesgo sísmico, tanto los cargueros como los de rigidez o los divisorios, se pueden rellenar con tierra estabilizada, aumentando su inercia térmica y acústica, como su solides al tacto, re usando buena parte de la tierra de las excavaciones que de otra manera habría que botar.
Estos muros, ya no de tierra si no con tierra, son pertinentes en nuestros climas tropicales cálidos y paisajes exuberantes, y en unas ciudades que siempre son “viejas”, como todas,  pese a lo “nuevos” que pretendan ser sus últimos edificios. Como Cali, en donde el clima es mas o menos caliente a lo largo del año, pues disminuyen el paso al interior de la radiación solar que impacta durante el día en las cubiertas, que reciben cerca de la mitad, pero también en fachadas y medianeras, que liberan calor cuando la temperatura comienza a bajar en la noche. Y mejor si además son blancos, como lo suele ser nuestro patrimonio construido.

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