Los números están íntimamente relacionados con los dedos (Everett,
Los números nos hicieron como somos, 2017) y la arquitectura con todo el cuerpo
y el ser bípedos; y uno, dos y tres son reconocidos por todos en todas las
culturas (yo, tu, el, y sus plurales) en todas las épocas, aunque hay
excepciones. Y entre la arquitectura romana, decisiva hasta hoy, y la representación gráfica de los números
romanos hay concordancia: I, II, III pueden ser columnas y los espacios entre
ellos vanos, y IV, V, VI, es una simetría.
El tres, el número
perfecto, y el segundo primo, está presente en todos los edificios: adelante,
centro y atrás, a un lado, al centro y al otro, y al centro, arriba y abajo;
horizontal, vertical o inclinado; derecho, transversal o diagonal; y permite un
eje de simetría central o dos laterales, como en los templos griegos clásicos y
después en las iglesias, y hasta 120 combinaciones (Weinberg, Explicar el
mundo, 2015, p.171). Y tres son las pirámides de Guiza, y tres las naves de las
catedrales a partir de las basílicas romanas.
El cinco, tercer primo,
forma con el tres y el siete la única terna en donde la diferencia entre ellos
es de dos unidades. Gemelo del tres -principio, medio y fin- , es el de la
armonía y belleza del cuerpo, y con el seis y el ocho base de la geometría de
la arquitectura islámica (Chevalier, Diccionario de los símbolos, 1969). Y, en
contravía de la historia, cinco son los pilotis de las cuatro fachadas de la
Villa Savoye, conformando en su planta baja cuatro intercolumnios cada una y no
tres como un templo.
El siete, siguiente primo
después del cinco y antes del nueve; es el de los intercolumnios del pórtico
del Capitolio Nacional en Bogotá, 1848, (terminado en 1926) inspirado en la
fachada frontal del Partenón, 432 a. EC., con el doble más uno de los tres
vanos de los templos griegos clásicos, lo que le da su majestuosidad, y 22 siglos después ya son 19 los del Altes
Museum, 1838, en Berlín, y en un siglo más, 14 los del Palacio Itamaraty, 1967,
en Brasilia, o 28 visto en diagonal, o 56 si se cuentan sus cuatro fachadas.
El nueve, es signo del
genio artístico, generosidad y capacidad de empuje. Y, por ejemplo, en el
conjunto de las Torres del Parque, en
Bogotá, juegan nueve elementos: tres edificios escalonados, cuatro “ventanas”,
entre ellos y a los lados hacia los cerros orientales, la neo mudéjar Plaza de
Toros y el Parque de la Independencia, las que probablemente habrían gustado a
Frank Lloyd Wright, para no contar también la torre de la SCA, que seguro le
habría gustado a Alvar Aalto, con la que ya serían diez elementos.
El diez, además de su
significado e importancia matemáticamente y para diferentes culturas es, o
debería ser, base de las retículas de diseño, pues 0.10 es el módulo básico
internacional de la arquitectura, acordado después de la II Guerra Mundial para
igualar los principales sistemas de medidas usados en Occidente
(métrico-decimal y pie-pulgada). Igual que Los diez Libros de Arquitectura de
Vitruvius debería serlo para el aprendizaje y práctica de este antiguo oficio
ahora una profesión mal entendida y peor usada.
Y el número áureo
1,6180…llamado φ (Phi)
en honor al gran escultor griego Fidias
(c.490.- 431 a.EC) posee
muchas propiedades. Euclides (c.300-265 a.EC.) lo encontró al construir su Rectángulo
Áureo a partir de un triangulo recto cuyo cateto mayor es el doble del otro,
proporción tan cara a la arquitectura, mostrando que es un número irracional de
decimal infinito no periódico, como π
(Pi). Y 1.60 y sus múltiplos y submúltiplos es el modulo de la más
generalizable retícula de diseño.
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