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Pésimo ejemplo. 04.08.2011

En el Parque de la Independencia está la primera construcción de cemento de Bogotá, el Quiosco de la Luz, y en sus alrededores hay  Bienes de Interés Cultural del Ámbito Nacional, como se llaman ahora pomposa pero al parecer inútilmente a los Monumentos Nacionales. Como el Museo Nacional, el Hotel Tequendama,  el edificio Embajador, el edificio Herrera de la Torre, la Biblioteca Nacional, la Plaza Toros y las Torres del Parque. Sin embargo, en Junio de 2010, el Director de Patrimonio del Ministerio de Cultura certificó que el parque no está en el área de influencia del Museo Nacional, el mas lejano de todos, pero ignoró que el Decreto 1905 de 1995 declara como área de influencia de las Torres la totalidad del parque, y autorizó el proyecto del re bautizado Parque del Bicentenario.
            Un año después, atento “a las inquietudes de la comunidad”,  llevó el tema al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural -era su deber haberlo hecho antes-,  que solo lamentó “que haya sido un subcontrato[…] de un proyecto […] de construcción vial, [y no] la oportunidad para un concurso público, con […] numerosas propuestas de intervención”. Además, según la Resolución 154 de 2007, es el Ministro el que autoriza las intervenciones y no el Director de Patrimonio. En conclusión, su autorización, aduciendo que el proyecto “no presenta impactos negativos directos” sobre los inmuebles mencionados, es ilegal. Como lo es también la del “soterramiento” de la Av. Colombia a todo lo largo del Centro Histórico de Cali, convirtiéndola en un inútil y desproporcionado malecón. Irregularidades en las que tienen gran responsabilidad las respectivas alcaldías por su afán de contratar.
            Pregunta con razón Antonio Caballero (Semana Nº 1524 ) por qué se empeñan en destruir uno de los más bellos lugares que le quedan a Bogotá; igual que pasa en Cali habría que agregar. El parque se hizo para el primer centenario de la Independencia en el llamado entonces bosque de San Diego, que constituía el límite norte de la ciudad. Es el más antiguo y conservaba lo que había sido un bosque sagrado de los muiscas. Lo que queda está entre la plaza de toros, el Planetario y las torres de Salmona, al norte, y los huecos eternos de la 26 de los Nule al sur. En las ciudades coloniales españolas no había parques, y su creación subraya la modernidad republicana conquistada un siglo antes. Todavía hay allí viejos y grandes árboles en los que anidan numerosos pájaros.
            Ya muchos se talaron, y en lugar del proyecto mas bajo y discreto de Salmona sobre la 26, Giancarlo Mazzanti propone jardineras de cemento formando “olas”, como las que usó en los estadios de Medellín, copiadas sin gracia de un edificio en España (esferapublica.org/portal), que ocultarán el Museo de Arte Moderno, candidato a BIC y también de Salmona. Además, un puente peatonal  en el costado de la Cr. 5º tapa la vista a los  cerros y, hacia el sur, altera el entorno del edificio Herrera de la Torre. Una acción popular interpuesta por los vecinos, logró que se ordenara la suspensión de las obras, pero continuaron y nadie responde, como si la capital siguiera sin Alcalde y el país sin Ministro de Cultura; y al Congreso Nacional de Arquitectura, que se realiza en Yumbo, nos traen de ejemplo a Mazzanti.

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