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Policía y ciudad. 09.03.2017


Recuerda el cuadernillo de difusión del nuevo Código de Policía  y Convivencia, distribuido por la revista Semana, que está prohibido intervenir, modificar o demoler sin autorización inmuebles declarados de conservación e interés cultural, histórico, paisajístico, urbanístico o arquitectónico. O destruirlos, dañarlos o darles una utilización no permitida, u omitir o no llevar a cabo el adecuado mantenimiento de antejardines y fachadas, o ponerles avisos, pinturas o grafitis sin permiso.
            Igualmente, menciona que está prohibido perturbar la tranquilidad de los vecinos con sonidos o ruidos (el llamado ruido ajeno) desde los edificios o casas cercanas o de las mismas calles. O lavar bienes muebles en el espacio público (y por supuesto habría que incluir los andenes). O contravenir los usos específicos del suelo. O incumplir las normas sobre el mismo, como no respetar los horarios y aforos permitidos en los diferentes establecimientos comerciales, como lo son almacenes, bares o restaurantes.
            También indica que se deben recoger los excrementos que las mascotas dejen en las calles, o que no se debe obstruir las ciclo vías, o sacar la basura en horarios no autorizados, ni ocupar el espacio público, pero sorprendentemente no dice nada específicamente de la invasión de los andenes y antejardines por los carros impidiendo la circulación de los peatones, como es tan común en Cali, obligándolos a bajarse a las calzadas con el peligro que eso implica.
            Todo esto, como concluye dicho cuadernillo, “será sostenible si se avanza en un cambio cultural que transforme las creencias y comportamientos respecto de los otros y de lo público, entendido como aquello que le da sentido a la vida en común, y lleva a los ciudadanos por el camino de la autorregulación y la regulación mutua”. El código existente hasta inicios de 2017 ya tenía más de 40 años y casi nadie lo conocía; y al parecer ni siquiera la misma Policía, ya que poco lo aplicaba.
            Son normas de convivencia que de una u otra manera existen en todas partes y que incluyen multas altas, y que son las que llevan con el tiempo a una mas respetuosa relación entre los ciudadanos, la que así pasa a ser parte de su cultura común, como lo es la lengua o la comida. Y que desde luego es preciso que permanezcan y se actualicen para poder reprimir a los atarbánes que las violan, los que nunca faltan y que en Cali abundan producto de su reciente y muy rápido y muy caótico crecimiento.
Por lo demás, y como lo enseñaba Manuel Antonio Carreño hace siglo y medio en su “Manual de urbanidad y buenas maneras”, 1853 o 1859, y ya se mencionó en esta columna (20/10/2016): “Conduzcámonos en la calle con gran circunspección y decoro [donde] nuestro paso no debe ser ordinariamente ni muy lento ni muy precipitado”, mientras que en los establecimientos públicos “hay que abstenerse de levantar la voz”, y en los que en esta ciudad además ponen “música” a todo volumen.
Pero así como se indica en el nuevo Código que hay que respetar a la Policía, aparte de que se pueden filmar todos los procedimientos, lo que probablemente evitaría el abuso, nada se dice de cómo se evitará la corrupción al aplicar las normas: “¿sabe cuánto le costaría la multa?” ni que hacer cuando los atracadores se presenten a su casa diciendo ser policías que van a “practicar una inspección”. O sea que instale ya cámaras de vigilancia o por lo menos ponga un aviso diciendo que cuenta con ellas, y cuando llegue la Policía llame a la Policía.


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