Recuerda el cuadernillo de difusión del nuevo
Código de Policía y Convivencia,
distribuido por la revista Semana, que está prohibido intervenir, modificar o
demoler sin autorización inmuebles declarados de conservación e interés
cultural, histórico, paisajístico, urbanístico o arquitectónico. O destruirlos,
dañarlos o darles una utilización no permitida, u omitir o no llevar a cabo el
adecuado mantenimiento de antejardines y fachadas, o ponerles avisos, pinturas
o grafitis sin permiso.
Igualmente,
menciona que está prohibido perturbar la tranquilidad de los vecinos con
sonidos o ruidos (el llamado ruido ajeno) desde los edificios o casas cercanas
o de las mismas calles. O lavar bienes muebles en el espacio público (y por
supuesto habría que incluir los andenes). O contravenir los usos específicos
del suelo. O incumplir las normas sobre el mismo, como no respetar los horarios
y aforos permitidos en los diferentes establecimientos comerciales, como lo son
almacenes, bares o restaurantes.
También
indica que se deben recoger los excrementos que las mascotas dejen en las
calles, o que no se debe obstruir las ciclo vías, o sacar la basura en horarios
no autorizados, ni ocupar el espacio público, pero sorprendentemente no dice
nada específicamente de la invasión de los andenes y antejardines por los
carros impidiendo la circulación de los peatones, como es tan común en Cali,
obligándolos a bajarse a las calzadas con el peligro que eso implica.
Todo esto,
como concluye dicho cuadernillo, “será sostenible si se avanza en un cambio
cultural que transforme las creencias y comportamientos respecto de los otros y
de lo público, entendido como aquello que le da sentido a la vida en común, y
lleva a los ciudadanos por el camino de la autorregulación y la regulación
mutua”. El código existente hasta inicios de 2017 ya tenía más de 40 años y
casi nadie lo conocía; y al parecer ni siquiera la misma Policía, ya que poco
lo aplicaba.
Son normas
de convivencia que de una u otra manera existen en todas partes y que incluyen
multas altas, y que son las que llevan con el tiempo a una mas respetuosa
relación entre los ciudadanos, la que así pasa a ser parte de su cultura común,
como lo es la lengua o la comida. Y que desde luego es preciso que permanezcan
y se actualicen para poder reprimir a los atarbánes que las violan, los que
nunca faltan y que en Cali abundan producto de su reciente y muy rápido y muy
caótico crecimiento.
Por lo demás, y como lo
enseñaba Manuel Antonio Carreño hace siglo y medio en su “Manual de urbanidad y buenas maneras”, 1853 o 1859, y ya se mencionó en esta columna (20/10/2016): “Conduzcámonos en la calle con gran circunspección y decoro [donde]
nuestro paso no debe ser ordinariamente ni muy lento ni muy precipitado”,
mientras que en los establecimientos públicos “hay que abstenerse de levantar
la voz”, y en los que en esta ciudad además ponen “música” a todo volumen.
Pero así como se indica en el nuevo Código que
hay que respetar a la Policía, aparte de que se pueden filmar todos los
procedimientos, lo que probablemente evitaría el abuso, nada se dice de cómo se
evitará la corrupción al aplicar las normas: “¿sabe cuánto le costaría la
multa?” ni que hacer cuando los atracadores se presenten a su casa diciendo ser
policías que van a “practicar una inspección”. O sea que instale ya cámaras de
vigilancia o por lo menos ponga un aviso diciendo que cuenta con ellas, y
cuando llegue la Policía llame a la Policía.
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