Se trata del apremio de
ocuparse de las ciudades en tanto artefactos y no apenas de sus habitantes,
considerando que hoy estos están inevitablemente unidos a ellas pues ya más de
la mitad de la población del mundo vive en ellas y la mayoría de los demás
dependen de ellas. Y mucho más en Colombia donde ya son cerca de tres cuartas
partes, como resultado de un país que pasó en menos de un siglo de ser
fundamentalmente campesino a serlo de ciudades cuyo rapidísimo crecimiento ha
sido improvisado y ya hay cuatro muy extensas,
generando nuevos ciudadanos que no han tenido el tiempo ni la educación
apropiada para poder serlo de verdad, y así poder participar acertadamente en
su política.
Además las ciudades
enfrentan la amenaza del cambio climático, al que contribuyen en su mayor
parte, la sobrepoblación y su crecimiento y extensión sin orden. Desorden que
afecta mucho más el comportamiento, la seguridad y el bienestar de los
ciudadanos de lo que comúnmente se cree. El hecho es que casi todo lo malo pasa
en las ciudades, en las que la corrupción, la violencia, el robo y el atropello
son pan de cada día, y la pobreza del entorno urbano empobrece aún más a los
pobres. Y lo bueno solo lo es para unos pocos que insisten en gozar su relieve,
vegetación y clima: sus paisajes, los que muchos, pobres, no miran o no saben
cómo hacerlo; o vivir la animación de una plaza o un parque.
La alternativa a estas
ciudades innecesariamente extensas y caóticas es sin mayor duda generar varias
ciudades dentro de la ciudad, entendidas como centralidades peatonales, y así
poder recuperar el espacio urbano público para la gente, desestimulando el mal
uso constante de toda clase de vehículos. Mas es indispensable contar con
andenes apropiados, es decir amplios, llanos, libres de obstáculos y
arborizados, y un buen sistema de transporte público multimodal e integrado que
vincule dichas centralidades y no se vuelvan guetos, sumándose a los que ya
existen. Es decir, que se trata de una propuesta política y no solo urbana, las
que por lo demás siempre son políticas.
Además hay que entender que
la corrección de su diseño urbano tanto técnico como formalmente es clave para
su buen funcionamiento, y que la pertinencia y calidad de la arquitectura que
lo conforma es básica para una mejor calidad de vida, y por lo tanto un asunto
claramente político y no solo urbano y arquitectónico, lo que pocos ven. Como
lo es también el eliminar el ruido ajeno o impedir la alteración caprichosa de
fachadas, antejardines y andenes, o impedir los usos del suelo contradictorios
con la vivienda, principalmente, pues la delincuencia no es apenas la que es
contra la gente si no también la que se da contra la ciudad, y que además están
con frecuencia estrechamente relacionadas.
Pero por supuesto primero
hay que resolver la incompatibilidad actual entre planeación y propiedad
privada, fatal para las ciudades, ya que no pude ser el único factor a
considerar al tratar de planificarlas en función de sus habitantes y no
solamente del capital. Es decir, un asunto claramente político, para el que son
precisos políticos no sólo conscientes de lo que implica la democracia en la
ciudad, sino igualmente conocedores de las ciudades y no apenas de los
ciudadanos. Que tengan presente que polis y política tiene el mismo origen
desde la Grecia clásica, y pensar en los países nórdicos en educación,
economía, competitividad, derechos civiles, calidad de vida y desarrollo
humano.
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