Cómo reinterpretar la
tradición desde la modernidad poniendo tres ejemplos, una casa en España, otra
en Portugal y otra en Colombia, es el tema de la próxima exposición en el Museo
La Tertulia organizada por los profesores Andrés Erazo Barco de la Universidad
de San Buenaventura en Cali, Manuel Mendes de la Universidad de Porto y Antonio
Armesto de la Universidad Politécnica de Cataluña. Son tres casas que como dice
Erazo, hablando de boleros, son un ejemplo para una mejor arquitectura con base
en unos “pocos buenos elementos bien compuestos e interpretados”. No se trata,
pues, de presentar personalidades famosas de la arquitectura sino ejemplos
pertinentes y conocidos que comparten una misma tradición.
Se trata de una arquitectura respetuosa del lugar y de acuerdo con
el clima, vegetación y relieve del sitio, y por tanto su paisaje. Como dice
Erazo “escuchando boleros [uno se da] cuenta que tienen mucho de […] belleza
objetiva [como esas] letras elementales que por la entonación y la música se
convierten en canciones fabulosas”. Responder a una utilitas (función), que es
mas que habitar o residir en un lugar, pues además debe ser perteneciente o
relativa al mismo, y que sea la firmitas (construcción) la que lleve a su
venustas (forma). Desde luego en las
escuelas se pueden enseñar unos pocos y buenos elementos, pero para componerlos
con éxito no hay más que aprenderlo trabajando con un maestro; como los de esta
exposición.
José Antonio Coderch (Barcelona, 1913-Espolla 1984), autor de la casa
Ugalde, 1951, despuntó en la España posterior a la guerra civil (1936-1939)
como el arquitecto de la modernidad pero, cercano al franquismo, después fue
relegado muchos años al olvido a pesar de contar ya con una obra singular, y
ahora valorada precisamente por su relación con la tradición. Fernando
Távora (Porto
1923-Matosinhos
2005), autor de la casa Ofir, 1956, fue un reconocido arquitecto y profesor,
autor de O Problema da Casa Portuguesa, 1947, y Da Organização do Espaço, 1962
y 1982, y mentor de Alvaro Siza Viera, Premio Alvar Aalto en 1988 y Premio
Pritzker en 1992, y de Eduardo Souto de Moura, Pritzker en 2011.
Y quien escribe, autor de la Casa de la Queja, 1992, mucho
aprendió en la universidad con Rogelio Salmona y de Germán Téllez y su libro
Rogelio Salmona/Obra completa 1959/2005, 2006. En particular de las Torres del
Parque en Bogotá, 1970, que después de medio siglo sigue siendo un conjunto de
vivienda sin igual en el mundo; de la Casa de los huéspedes de Colombia en
Cartagena, 1981, ejemplo de una intervención respetuosa de la arquitectura del
lugar, y del clima, vegetación y relieve del sitio; y del Centro cultural GGM
en la Candelaria, 2003, ejemplo de cómo intervenir en un lugar de interés
patrimonial sin caer en lo falso histórico, e igual la antigua FES en Cali,
1990, si no fuera por su mucho ladrillo a la vista.
La lección que deja esta
exposición es la urgencia de que la arquitectura se centre en la amenaza del
cambio climático y en detener la destrucción de la imagen colectiva de las ciudades
que crecen mucho y mal, buscando una arquitectura sostenible y contextual
mediante los avances mas pertinentes de la actualidad. “¿Por qué nos empeñamos en seguir dando el
mismo nombre a conglomerados urbanos que después de siglos de transformaciones
solo guardan un parecido remoto con lo que fueron sus primeros asentamientos?”
pregunta Juanma Agulles en La destrucción de la ciudad, 2017, p. 16. Hay que volver a Vitruvius: función,
emplazamiento, construcción y forma, siguiendo un método, en ciudades dentro de
la megalópolis.
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