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Preguntas. 28.05.2015


El último libro del historiador Yubal Noah Harari “De animales a dioses / Breve historia de la humanidad” 2014, a mas de muy interesante y agradable de leer, deja muy importantes preguntas. “A lo largo de la últimas décadas hemos alterado el equilibrio ecológico de nuestro planeta de tantas formas nuevas que parece probable que tenga consecuencias nefastas […] en una orgía de consumo temerario” (p. 415).
¿Utilizaremos el gran adelanto científico técnico de las últimas décadas para mejorar la calidad de vida de cada vez mas gente, o para seguir acabando con los recursos no renovables, el agua dulce y la biodiversidad, maltratando animales, talando selvas, contaminando la atmosfera, afectando polos, glaciares y nevados, y poniendo en peligro de inundación a las ciudades costeras?
Pero ¿qué es mejorar la calidad de vida? y para qué. En últimas  ¿qué es la felicidad?
Como dice Harari (p. 434) “La mayoría de los libros de historia […] no dicen nada acerca de cómo todo [lo que estudian] influyó sobre la felicidad […] de los individuos [siendo] la mayor laguna en nuestra comprensión de la historia, y sería mejor que empezáramos a llenarla”.
Por lo pronto, y mientras que seamos tantos (ya mas de 7.000 millones y cada vez mas), tenemos que obligatoriamente vivir en ciudades, y en ellas una mejor calidad de vida, y en últimas la posibilidad de ser felices, estriba en el respeto por los otros; en dejar el individualismo y tener conciencia de vecindario, de comunidad, de ciudadanía.
Que los vecinos no perturben la privacidad de los otros con su ruido, así sea música,  sus ventanas indiscretas, sus luces no deseadas,  ocupando antejardines y andenes, haciendo sobre elevaciones sin permiso y modificando sus fachadas con formas o terminados extraños al entorno preexistente. Que los edificios mas altos e indispensables, dejen aislamientos por todos sus lados y por lo tanto presenten fachadas similares en todos ellos.
Que no se modifiquen en las calles, manzanas y barrios sus usos, aislamientos y alturas sin que al menos estén de acuerdo la mayoría calificada de los vecinos. Que no se permita, usando el impuesto a la plusvalía, que se demuelan casas para hacer edificios que se demuelen para levantar rascacielos al lado de lotes de engorde, para beneficio económico de unos pocos.
Pero igualmente que los ciudadanos acepten la compra de sus propiedades por el Municipio cuando los cambios sean para beneficio del barrio, el sector, la ciudad o su área metropolitana, y que este expropie, si es del caso, pues toda propiedad privada debe cumplir con una función social, en este caso a cambio de un trasteo, desde luego el menos traumático posible.
Que los municipios brinden un adecuado sistema de transporte urbano y regional publico, que integre diversos medios, desde trenes hasta bicicletas, tanto públicos como privados, bajo una sola autoridad de carácter permanente e independiente de los alcaldes de turno.
Finalmente, que se hagan andenes amplios, llanos y sin obstáculos, y arborizados, diseñados y construidos por el Municipio y no por los particulares como se les de la gana. Al fin y al cabo, como dice Harari: “Otro rasgo humano singular es que andamos erectos sobre dos piernas” (p. 21). ¿Será mucho pedir que los funcionarios municipales se bajen de sus carros oficiales y traten de caminar por Cali?

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