Los problemas actuales de las
ciudades son comunes a muchas, pero copiar mal las soluciones de afuera, es
decir sin considerar sus diferencias geográficas e históricas, lleva a nuevos inconvenientes.
Es el caso de Cali desde inicios del siglo XX, cuando se abandonaron sus
tradiciones urbano arquitectónicas para imitar, primero lo francés y luego lo
norteamericano, llegando un siglo después, de la mano de su rapidísimo
crecimiento, al caos funcional y formal que la invadió por todas partes,
fomentando además la corrupción, debida a normas ambiguas y que se cambian en
pocos años y que, junto con el narcotráfico, la ha llevado a ser la ciudad más
violenta del país.
Y sería la mas fea si no fuera por
su vegetación, sus montes, su cordillera y lo que queda de sus siete ríos, todo
un envidiable entorno natural pero que poco se valora, por lo que se permite
taparlo con edificios altos en la ladera o haciendo despropósitos importados
como tapar el río Cali desde el CAM hasta el terminal de buses (incluso hace
años se propuso canalizarlo), o la burrada que aún amenaza al Zanjón del Burro.
Y con el propósito no confeso de borrar su historia se demolieron
construcciones como la iglesia y claustro de santa Librada, antes san Agustín,
y la mayoría de las casas coloniales y de tradición colonial del llamado hoy,
irónicamente, Centro Histórico.
Por ignorar la geografía se
pretendió una ciudad radial, cuando es lineal entre la cordillera y el río
Cauca, y por eso desde hace varias décadas es tan importante el corredor férreo
que la atraviesa casi recto a todo su largo y la conecta con sus municipios
vecinos de Jamundí y Yumbo conformando un área metropolitana, pero como no está
oficializada es muy difícil planificarla, de lo que se ha hablado
reiteradamente en esta columna. Circunstancias que han llevado a un grupo de
trabajo, conformado por urbanistas, arquitectos, ingenieros y economistas, a
realizar en la Sociedad de Mejoras Públicas un estudio sobre los diferentes
proyectos que se han hecho para el corredor férreo desde 1980.
El tren ligero, la Autopista del
Centenario, el Corredor Verde y ahora el Tren de Cercanías, tienen en común
ignorar las otras posibilidades de ese amplio espacio urbano central de la
ciudad, que no solo es desde la calle 25 a la 26, sino que involucra las
manzanas paralelas a todo su largo. En conclusión es perentorio un Plan Maestro
que las sume, multiplicando sus beneficios, solucionando además la barrera
urbana conformada cuando la ciudad se dejó crecer hasta el río Cauca, al otro
lado de la línea férrea, ignorando de nuevo la geografía y teniendo que
levantar un jarrillón que de romperse con un temblor fuerte o porque ha sido
invadido, el río inundaría sus antiguos humedales.
Un Plan Maestro que debería ser
parte de la Visión Compartida para Cali, adelantada por otro grupo de distintos
profesionales de la Sociedad de Mejoras Públicas, y que juntos conformen una
base política para seleccionar un nuevo alcalde y nuevos concejales que
entiendan qué mirar y cómo, ya que la dependencia cultural de este país ha
redundado en su dependencia política, dejando de lado su peculiar geografía e
historia, o, mejor, continuar ignorando su geografía es debido a su historia,
lo que queda claro al leer al respecto en el libro de Antonio Caballero “Historia de Colombia y sus oligarquías”,
2018; un país siempre mirando hacia fuera y mal pues suele ser tarde.
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