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Qué mirar y cómo. 31.05.2018


            Los problemas actuales de las ciudades son comunes a muchas, pero copiar mal las soluciones de afuera, es decir sin considerar sus diferencias geográficas e históricas, lleva a nuevos inconvenientes. Es el caso de Cali desde inicios del siglo XX, cuando se abandonaron sus tradiciones urbano arquitectónicas para imitar, primero lo francés y luego lo norteamericano, llegando un siglo después, de la mano de su rapidísimo crecimiento, al caos funcional y formal que la invadió por todas partes, fomentando además la corrupción, debida a normas ambiguas y que se cambian en pocos años y que, junto con el narcotráfico, la ha llevado a ser la ciudad más violenta del país.
            Y sería la mas fea si no fuera por su vegetación, sus montes, su cordillera y lo que queda de sus siete ríos, todo un envidiable entorno natural pero que poco se valora, por lo que se permite taparlo con edificios altos en la ladera o haciendo despropósitos importados como tapar el río Cali desde el CAM hasta el terminal de buses (incluso hace años se propuso canalizarlo), o la burrada que aún amenaza al Zanjón del Burro. Y con el propósito no confeso de borrar su historia se demolieron construcciones como la iglesia y claustro de santa Librada, antes san Agustín, y la mayoría de las casas coloniales y de tradición colonial del llamado hoy, irónicamente, Centro Histórico.
            Por ignorar la geografía se pretendió una ciudad radial, cuando es lineal entre la cordillera y el río Cauca, y por eso desde hace varias décadas es tan importante el corredor férreo que la atraviesa casi recto a todo su largo y la conecta con sus municipios vecinos de Jamundí y Yumbo conformando un área metropolitana, pero como no está oficializada es muy difícil planificarla, de lo que se ha hablado reiteradamente en esta columna. Circunstancias que han llevado a un grupo de trabajo, conformado por urbanistas, arquitectos, ingenieros y economistas, a realizar en la Sociedad de Mejoras Públicas un estudio sobre los diferentes proyectos que se han hecho para el corredor férreo desde 1980.
            El tren ligero, la Autopista del Centenario, el Corredor Verde y ahora el Tren de Cercanías, tienen en común ignorar las otras posibilidades de ese amplio espacio urbano central de la ciudad, que no solo es desde la calle 25 a la 26, sino que involucra las manzanas paralelas a todo su largo. En conclusión es perentorio un Plan Maestro que las sume, multiplicando sus beneficios, solucionando además la barrera urbana conformada cuando la ciudad se dejó crecer hasta el río Cauca, al otro lado de la línea férrea, ignorando de nuevo la geografía y teniendo que levantar un jarrillón que de romperse con un temblor fuerte o porque ha sido invadido, el río inundaría sus antiguos humedales.
            Un Plan Maestro que debería ser parte de la Visión Compartida para Cali, adelantada por otro grupo de distintos profesionales de la Sociedad de Mejoras Públicas, y que juntos conformen una base política para seleccionar un nuevo alcalde y nuevos concejales que entiendan qué mirar y cómo, ya que la dependencia cultural de este país ha redundado en su dependencia política, dejando de lado su peculiar geografía e historia, o, mejor, continuar ignorando su geografía es debido a su historia, lo que queda claro al leer al respecto en el libro de Antonio Caballero “Historia de Colombia y sus oligarquías”, 2018; un país siempre mirando hacia fuera y mal pues suele ser tarde.


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