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Recordando. 03.01.2013


La memoria colectiva son los hechos pasados que atesora y destaca una comunidad, cuyo significado y trascendencia hacia el futuro mantienen presentes en las ciudades la permanencia de los espacios urbanos y edificios en los que se sucedieron,  o lo son estos mismos incluyendo sus entornos inmediatos. Monumentos elegidos y públicos que así pasan a ser parte de las experiencias comunes de todos los días para sus habitantes, ayudando a su identidad con el escenario de la vida de cada uno de ellos y la de sus conciudadanos. Identidad que redunda en una mejor convivencia y mas seguridad y calidad de vida para todos.
            Por eso es un despropósito la demolición por mas de medio kilómetro de las barandas, pérgolas y faroles de la Avenida Colombia, con mas de medio siglo de presencia en la vida cotidiana de los caleños. Y un acto ilegal, ya que por estar en el Centro Histórico de la ciudad ha debido ser consultado con el Comité de Patrimonio Municipal, al cual nunca se presento el proyecto, como tampoco al Consejo Departamental de Patrimonio Cultural, el que sólo logró, después de comenzadas las obras, que el Ministerio de Cultura lo llevara al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural , el que por lo visto no se percató de la demolición o no le dio importancia.
            Por lo demás, los caleños no han podido conocer a cabalidad el proyecto pues la información suministrada a través de la prensa fue insuficiente y engañosa, y al parecer su diseño se modificó. Pero lo que ya se puede ver en el sitio es la absurda barrera de acero corten (oxidado) y madera de mentiras, a manera de interminable banca a pleno sol, que reemplazó las originales barandas, apergoladas de tramo en tramo. Las bancas de granito, mirando a la Avenida, ya habían sido cambiadas por unas que permitían también sentarse viendo al río, pese a lo cual solo las utilizaban los indigentes para dormir,  y que también desaparecieron; ladrillos viejos, dirán algunos.
            Para no hablar de las torres de ventilación, disfrazadas de feos mogadores gigantes, cuya información  nadie va a ver, que interfieren con la memorable vista que se tenia sobre la Ermita, que llevó incluso a que se le hiciera el ábside que nunca tuvo. Y ni para qué insistir en la feúra oxidada de sus bases de acero, ni la de las materas  a la Zaha Hadid cuyas maticas difícilmente perdurarán,  ni en la pobreza gris del diseño del suelo, que se mete groseramente por las calles truncas que llegan a lo que ni siquiera supieron como llamar. Que serie de plazoletas, que bulevar, que paseo, cuando no es ninguno de estos espacios, y ni siquiera un verdadero malecón.
          Como se dijo hace años (La Avenida Colombia otra vez, 18/05/1998) lo indicado era “recuperar el ‘paseo en la orilla derecha del Río Cali’ con muy amplios andenes y trafico lento por solo dos carriles (tal como se le propuso al Alcalde Guerrero a principios de los 90 cuando todavía era posible hacerlo desde el Hotel Intercontinental) y no pensar en una desmesurada y desapacible ‘plazoleta’ como se ha diseñado.” Ahora, después de la Feria, ya se puede ver bien lo que finalmente se hizo, y recordar a Hernando Guerrero, Presidente del Concejo, que en 1921 pensaba que “no encontraría similar en ninguna de las ciudades del País y, quizá, podríamos mostrarla con orgullo a los europeos”.


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