Según
los informes que se han presentado al Concejo, el nuevo Municipio tendría 23
secretarías y 53 subsecretarías de apoyo, es decir 5 secretarías y 32
subsecretarías nuevas (El País, 30/08/2016). Es probable que para la
reforma de la Administración Municipal se precisen, pero en este caso es
imprescindible que se reagrupen y no que se sumen como ruedas sueltas al ya
caótico manejo de esta ciudad. Para comenzar no se entiende, como se ha
reiterado en esta columna, que una ciudad es tanto el artefacto construido como
lo que pasa en el, lo que genera un tercer aspecto: el control de uno y otro,
responsabilidad de la Alcaldía, mientras que la del artefacto debería ser del
Concejo.
Es decir, que, en rigor, se precisa
apenas una Secretaría de Planeación, cuya reestructuración si que es
importante, y otra de Gobierno, a las que hay que sumar las correspondientes a
las principales actividades que se llevan acabo en la ciudad: la vivienda, el
comercio, el trabajo, la cultura (que incluye la educación) y la recreación y
el deporte, y desde luego la movilidad. Cada una con las Sub Secretarías que
precisen, pero que de esta forma estarían debidamente jerarquizadas. Es decir
no mas de unas ocho Secretarías, cada una con algunas Sub Secretarías, y no el
medio centenar que se ha propuesto, y si muchas pequeñas oficinas
especializadas o apenas funcionarios.
El caso es que una reforma no es apenas aquello que se propone, proyecta o
ejecuta como innovación o mejora de algo, sino igualmente la acción y efecto de
reformarse de acuerdo con una jerarquía que vela por la gradación de las
personas, valores o dignidades, es decir un orden entre los diversos asuntos
implicados. Principio que, en un ordenamiento jurídico, impone la subordinación
de las normas de grado inferior a las de rango superior. Y desde luego el
cambio de nombre de algunas secretarías no las cambiará, pero si ayudaría a que
los ciudadanos entiendan mejor el manejo de su ciudad, por lo que deberían ser
concisos y no rimbombantes, como tanto gustan a los burócratas para auto
justificarse.
Igual
que en la arquitectura, en el manejo de la ciudad "menos
es más", lo que significa que hay reducir su administración a lo mínimo, a
los elementos esenciales que la componen, mientras que todo lo demás disturba,
y lo mismo para cada uno de ellos. En otras palabras, quien mucho abarca poco
aprieta. Sin embargo actuar en lo macro (El POT por ejemplo), no
debe implicar perder el sentido de las cosas que está en lo micro (por ejemplo
las normas de construcción o de tránsito), y de ahí no solo la importancia de
su jerarquización, como la de su periódica y amplia discusión, tanto en el
Consejo de la ciudad, como en la Alcaldía, en un Consejo de Planeación,
equivocadamente eliminado.
Y
si hay algo que urge dicha discusión es el concepto mismo de ciudad, esos
artefactos constituidos por construcciones y espacios urbanos, en una geografía
y con una historia, en los que vive una población numerosa realizando en ellos
diversas actividades y bajo un gobierno, en este caso elegido por los
ciudadanos. Es indispensable para poder evaluar apropiadamente la reforma de la Administración Municipal de Cali, no vaya a ser que se
cambie todo para que siga igual la corrupción y el despelote, para peor de
males sin la gracia de la novela del príncipe de Lampedusa, y nos metan a los
contribuyentes un costoso gato por liebre y ni siquiera pardo.
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