Los que
no lo lean completo, que lean a
Mauricio Vargas que ya lo leyó (El Tiempo 28/08/2016) y advierte que mientras
que “algunos de los peores criminales” van a librarse de la cárcel y terminen
en el Congreso o en cargos de elección, las equivocaciones de un funcionario -o
de un medico- son vistas como delitos y condenados a muchos años de cárcel. “Si
es verdad que un castigo ejemplar disuade el delito, el perdón ejemplar lo
estimula”, concluye. Y está la ambivalencia con los militares y policías. Como
dice Marta Lucía Ramírez “esas 297 páginas que cambian la Constitución con la
colaboración de las Farc merecen mucho análisis” (Semana 28/08/2016).
Tanta retórica, tantas páginas, tanto
articulado, tantos incisos, tantas siglas, como ha señalado Carlos Jiménez (El
País 25/08/2016), en lo que coincide Mauricio Pombo (El Tiempo 30/08/2016)
enredarán aun mas la justicia y propiciarán mas corrupción, la que señala con
razón Demetrio Arabia como el principal mal de este país (El País 29/08/2016).
Culpables, precisamente, de que no se supere la desigualdad económica ni la
discriminación social que hace mas de medio siglo generaron la subversión
campesina que después tomaría el nombre de Farc, pero que hace décadas se
entregó al secuestro, las vacunas, el terrorismo y cada vez mas al
narcotráfico.
¡Punto
final a la guerra con las Farc! titula El País (26/08/2016) y lo dice casi
todo: que los dejarán en paz para que sigan con el narcotráfico y la minería
ilegal, que defenderán con las armas que no entreguen (hace un tiempo uno de
sus frentes ya lo anunció) y con cuyas "ganancias" comprarán votos
para hacer política. Populista por supuesto, cuyos resultados son peores que
los del neoliberalismo. Asuntos que apenas se podrán comprobar, o no, mas
adelante, y por tanto es ingenuo no considerarlos y votar en el plebiscito con sólo
el deseo. O será que como afirma Chris Stone, presidente de Open Society “la
cárcel no es la única alternativa a la impunidad” (El Espectador 27/08/2016).
Y Antonio Caballero recuerda que “ahí siguen ellos [el
ELN] en su camino sin salida: sin
otro propósito que el de seguir ahí. Encerrados en su convicción fanática,
ajena a toda razón histórica, de que la paz es una derrota [pues] están
convencidos de que la guerra es buena en si misma, independientemente de sus
resultados” (Semana 28/08/2016). Pero también cabría preguntar si la paz es
buena independientemente de sus resultados. De la Paz de Aquisgrán de 1748, que
tanto le costo a Francia, les quedó el dicho “Bête comme la paix” y
aquí, en esta mal llamada guerra, “bête”
puede ser mas que “tonto”.
“Este
acuerdo nos da la oportunidad de construir un país mejor” afirma el Presidente. Mas nada de las ciudades,
donde vive el 75% de los que van a votar, o no, pero donde todos tendrán que
financiar con sus impuestos, directos o indirectos, lo acordado. Se entiende de
las FARC, tan alejadas de las ciudades, no del Gobierno, que no sale de ellas, pero permite que lo privado prime sobre lo
público. Sin embargo, como titula Semana: “El fin de la guerra con las Farc no
es la paz total, pero es un paso enorme hacia ella”. Ojala,
pues, como acierta Jiménez,
aquí se cree que “los problemas […] se resuelven exclusivamente legislando [y]
la ley se obedece pero no se cumple”. Es el turno de la gente, llama Luis
Guillermo Restrepo (El País 27/08/2016) pero como dice Héctor Abad “una de las
cosas más difíciles […] es aprender a confiar” (El Espectador 27/08/2016).
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