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Salvar la feria. 25.12.2014


Como se dijo ya terminado el año pasado (El País, Salvar los toros, 02/01/2014), lo único que puede preservar las corridas, y por lo tanto los toros de lidia, y de contera la tradicional Feria de Cali, es el toreo a caballo, pues cada vez hay menos aficionados a ver matar toros. Basta con mirar los videos de Pablo Hermoso de Mendosa, montando a cagancho, para entender las posibilidades de este espectáculo que para rematar la faena no demanda la muerte del toro en el ruedo, como sí el toreo a pie para el cual es su hora de la verdad.
Si no se cambia de tercio antes de que nos coja el toro, cuando aquí también se acaben las corridas, los toros de lidia serán otra especie en extinción; una por hora, lo que debería de importarle a la gente mucho mas que acabar con las corridas, lo mismo que el doloroso sacrificio de semovientes en los pintorescos pero poco higiénicos mataderos de siempre, como aun hoy sucede en tantos pueblos de Colombia (Álvaro Guzmán, El País, 27/06/2012) sin que en las ciudades la gran mayoría de la gente se de por enterada cuando disfruta su carne.
Las fiestas con corrida de toros (de ahí su apelativo de corridas) son en Cali un ritual urbano desde el principio de la Colonia (Gustavo Arboleda: Historia de Cali,1956) ya mencionado mas extensamente en esta columna (El País, 26/12/2002), las que se celebraban para acontecimientos importantes, como la llegada de un nuevo Virrey. Patrimonio cultural colombiano reconocido en un fallo al respecto por el Consejo de Estado, y que habría que ver cómo preservar sin tener que matar los toros.
Pero primero se acabaron los villancicos, novenas y pesebres, luego prohibieron la pólvora, en lugar de modificar su uso y controlarla, y después la cabalgata, el “alumbrado” es cada vez mas oscuro y lo mas probable es que el año entrante o el siguiente tampoco haya corridas; ni Plaza de Toros pues también seguimos acabando con el patrimonio construido. Todo mas por la negativa de los taurinos a cortarse la coleta y de las autoridades por no coger el toro por los cuernos, que por el desplante de los anti taurinos, o un improbable revolcón como el de Petro, quien sólo pretender ser figura.
          Si no se cambia la manera de ver los toros y gozar la Feria, solo quedará la rumba aturdidora, el despelote del tránsito y los anglicismos caleños de navidad, con permiso de la autoridad, pues ni siquiera a los creyentes les importa ahora su significado íntimo y familiar. Lo que desde luego no es tan grave frente a la irresponsabilidad con que se bebe o manejan los carros, incluyendo a los que ya no lo hacen borrachos, pero que se pasan lo semáforos en rojo o circulan en contravía, o los peatones, que embestidos por ellos, les hacen quites en la mitad de las calles.
          Una feria suele ser un evento social, económico y cultural —establecido, temporal o ambulante, periódico o anual— que se lleva a cabo en un pueblo o ciudad si el tiempo no lo impide. Pero infortunadamente aquí ya sin duende todos quieren salir por la puerta grande y cada vez mas su objetivo es puramente comercial, de parte de las personas u organizaciones patrocinadoras, pues su finalidad es el lucro o generar ganancias, o meramente demagógico por parte de los politiqueros, que quieren el pan sólo para ellos dejando el circo para el pueblo con el engaño de un supuesto descanso.


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