En las pequeñas ciudades de
la antigüedad su seguridad interna cotidiana estaba dada por sus mismos
vecinos, lo mismo que en cualquier pueblo actual o en un vecindario de verdad,
o como sucede en algunas calles de San Antonio. Por lo contrario en la Roma
imperial, que pudo tener cerca de un millón de habitantes, la guardia
pretoriana no se ocupaba solo de proteger/suprimir emperadores. Y en la Edad
Media el trazado de las calles era laberíntico para dificultar el avance de
tropas enemigas que hubieran podido traspasar sus altas murallas. Al contrario
de las bastidas provisionales de los atacantes, cuyo fácil y operativo trazado
ortogonal impusieron los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo.
Mientras que ya a mediados
del siglo XIX el Barón Haussman fue designado por Napoleón III para abrir los
amplios bulevares de París, garantizando así que se pudiera usar la artillería
contra los revoltosos y al mismo tiempo crear esas memorables perspectivas
hacia sus monumentos. Y ahora las ciudades mas seguras del mundo están
vigiladas por televisión las 24 horas y controlados por una policía cuyo número
por cada cien mil habitantes suele estar entre los mas altos; además, desde
luego, de que las necesidades básicas de su población están satisfechas, como
lo son vivienda, salud, educación, trabajo y recreación, pero además integradas
en una misma cultura urbana respetuosa de los otros.
Sin embargo lo que rara vez
se menciona es la estrecha relación que existe entre arquitectura, urbanismo y
seguridad. Por ejemplo que una calle quebrada, con andenes estrechos y sin
ninguna puerta de acceso a un establecimiento o vivienda, es mas insegura que
una que sea todo lo contrario. O que los andenes mas amplios, llanos y sin
obstáculos son mas seguros. O que los pasajes peatonales, como lo hay varios en
el Centro de Cali, son tan seguros como lo son los centros comerciales, los que
vienen a ser como pequeñas ciudades además con buen mantenimiento y vigilancia
permanente, y con guardia pretoriana y gerente con autoridad, pero
lamentablemente falsas ciudades ya que no hay vivienda.
Por ignorar todo lo
anterior, aquí se continúan haciendo espacios urbanos de uso público sin
considerar primero cómo pueden brindar mas seguridad a sus usuarios. Como lo
fue eliminar totalmente el paso de carros por el mal llamado bulevar del río. O
el también mal llamado Parque Lineal, que de parque poco y de seguridad lo
contrario dada la dificultad de vigilarlo y controlarlo. O en la Cr. Octava
intervenir el anden al costado de la Base Aérea y no el del barrio donde vive
la gente, que por lo demás de verde
poco, el que ingenuamente el Alcalde se apresuró a inaugurar pese a
estar incompleto, inveterada costumbre del país. E igual es la amenaza para los
parques Arboleda y Mortiñal.
El caso es que los
alcaldes, a diferencia de los zapateros, que suelen saber como se hacen los
zapatos, poco saben de urbanismo pues, como lo señala Lewis Mumford, “el hombre
de Estado es, en la mayor parte de los casos, ignorante del negocio fundamental
del que tiene que ocuparse y tiende a ser negligente incluso cuando tiene una
ligera idea de lo que se trae entre manos “(Historia de las utopías, 1922, p.
55). Lo comprueba el que tanto en el país como en otras partes, los mejores
alcaldes han sido arquitectos, o han sabido asesorarse con ellos, para entender
asuntos como que la interrelación de seguridad, urbanismo y arquitectura no es
apenas una meta en el horizonte, que diría Eduardo Galeano.
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