Para principiar el cuento,
ahora salen con que el censo no contó a muchos caleños porque estos no
colaboraron, o que en los censos anteriores quedaron mal contados. Ya sea uno u
otro caso o los dos juntos, la conclusión es que hoy no se sabe bien cuantos
son los habitantes de Cali, y peor aun si se considera el hecho que muchos
viven en otros municipios por lo que nunca han sido contados como caleños. De
dos millones y medio, o casi tres si se cuentan todos los que habitan aquí,
independientemente de donde vengan, los caleños fueron reducidos a un millón
novecientos mil, es decir una tercera parte menos de lo que se estimaba, lo que
sería un buen cuento si fuera cierto.
El de que Cali que era la
tercera ciudad del país, en realidad la segunda, pasó a ser un cuento mas como
el de ser sucesivamente la Sultana del Valle, la Capital deportiva de América,
la de la salsa, Caliwood, la más cívica del país etc. Y por otro lado las
cuentas ya no salen: si era una de las ciudades mas violentas del mundo ahora
lo sería aun mas pues si los asesinatos están bien contados ahora su numero por
cada cien mil habitantes es una tercera parte mayor, pero los recursos que la
ciudad recibirá del Gobierno centralista serán una tercera parte menos. En
conclusión, planificar a Cali sin datos ciertos de habitantes, territorio y
recursos, es inútil y peor si cada nuevo alcalde cambia todo lo anterior.
Además Cali esta amenazada
por su muy rápido crecimiento y extensión incontrolada, el trastorno climático,
un posible terremoto, la rotura del jarillón del río Cauca, la falta de agua
potable, la contaminación, la alteración del paisaje natural y de su imagen
urbana, la inseguridad, el mal comportamiento de la gente en el espacio urbano
público y una movilidad anarquizada y
sin ninguna planeación. Pero todo este cuento podría tener un final feliz con
el nuevo eje urbano y regional que está proponiendo un grupo de profesionales
diversos, conocedores del tema, apoyados por la SMP, mencionado en columnas
anteriores, si se logra que la ciudadanía se apropie del mismo.
La solución está, en mayor
o menor grado, en aprovechar el amplio espacio de propiedad pública, entre las
calles 25 y la 26, a lo largo de la línea férrea que hoy la cruza por la mitad,
para un nuevo eje que integre lo urbano, arquitectónico y paisajístico, a
través de una nueva vialidad, y que considere el relieve, hidrografía, clima e
historia regional. Sería clave para el crecimiento de Cali ante dichas amenazas
y sus realidades económicas, sociales y culturales. Conformaría junto con
ellas, una nueva visión de ciudad para su mejor calidad de vida y, como parte de una política ciudadana, complementarla con la inteligente selección
de sus futuras administraciones por su compromiso con ella.
Este cuento, ahora si un
real cuento, sería un Plan Director para un nuevo eje urbano y regional, a
largo plazo pero con revisiones periódicas obligatorias, como igual lo sería su
cumplimiento para cada nuevo alcalde. Este pondría orden a sus diferentes proyectos puntuales buscando que no sean
excluyentes entre sí y según su demanda y prefactibilidad técnica, financiera,
ambiental e institucional. Principiando por un proyecto de arborización
adecuada y completa (la alameda más larga, ancha, variada, colorida y múltiple
del mundo de la que se habló en la columna pasada), lo que ayudaría impedir que
esta enorme corredor de propiedad pública se continúe invadiendo.
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