Para entender mejor este
país mucho ayuda leer Historia mínima de Colombia, 2017, de Jorge Orlando Melo,
Historia de Colombia y sus oligarquías, 2018, de Antonio Caballero Holguín, y
El país que me tocó, 2018, de Enrique Santos Calderón [y también de Enrique
serrano, Colombia: Historia de un olvido, 2018]. Pero para entender el planeta
que dejamos a los que siguen –hijos y
nietos- además del centralismo, la discriminación y la corrupción, y la
violencia que generan, hay que enterarse igualmente del cambio climático, la
destrucción de la naturaleza, y la sobrepoblación que los ocasiona, y desde
luego está la amenaza nuclear, para lo que basta leer Breves respuestas a las
grandes preguntas, 2018, el libro póstumo de Stephen Hawking.
Y para redondear todo, Sapiens.
De animales a dioses, 2014, de Yubal Noah Harari y sus 21 lecciones para el
siglo XXI, 2018, y, Homo Deus. Breve historia del mañana, 2016, y lo que hay al
respecto en el libro de Hawking: “la Tierra se nos está quedando demasiado
pequeña. Los recursos físicos están siendo drenados a un ritmo alarmante. Hemos
hecho a nuestro planeta el regalo desastroso del cambio climático: temperaturas
crecientes, reducción de los casquetes polares, deforestación, sobrepoblación,
enfermedades, guerras, hambrunas, falta de agua y diezmamiento [sic] de
especies animales. Todos estos problemas tienen soluciones, pero hasta ahora no
han sido aplicadas” (p.187).
Todo lo anterior impacta a
las ciudades, en las que la gran mayoría de la humanidad habitará en pocos
años, pero a las que, en tanto artefactos, aquí poco se les para bolas. Hay que
comenzar a leer La cultura de las ciudades, 1938, de Lewis Mumford, y Muerte y
vida de las grandes ciudades, 1961, de Jane Jacobs, pero también El negocio del
territorio, 2013, de Manuel Herce, y, de Juanma Agulles, La destrucción de la
ciudad, 2017. Pero además novelas como Patria, 2016, de Fernando Aramburu,
mucho mejor que gastarle tiempo a las paginas rojas de la prensa, que en
algunas publicaciones lo son casi todas con noticias, sin mayor análisis, de
asesinatos, violaciones, atracos, robos
y demás.
En el caso de Cali, su
futuro inmediato está condicionado por su muy rápido crecimiento y extensión
incontrolada, el trastorno climático, un posible terremoto, la rotura del
jarillón del río Cauca, la falta de agua potable, la contaminación, la
alteración del paisaje natural y de su imagen urbana, una movilidad caótica,
inseguridad y mal comportamiento en el espacio urbano público. Pero por fortuna
se puede contar con el amplio corredor urbano, de propiedad pública, entre las
calles 25 y 26, a lo largo de la línea férrea que hoy cruza la ciudad por la
mitad, para un nuevo eje no apenas urbano si no también regional, mediante una
nueva vialidad, y que considere relieve, hidrografía, clima e historia
regional. Ayudaría crear allí
las bases para ese nuevo eje urbano y regional para Cali, como ya se propuso en
Caliescribe.com (El Corredor Urbano, 01/01/2014) y así poner orden a un
verdadero Plan de Ordenamiento Territorial, POT, clave ante dichas amenazas y
sus realidades económicas, sociales y culturales. Una nueva visión de ciudad
para una mejor calidad de vida, y un amplio acuerdo ciudadano para la selección
de futuros Concejales y Alcaldes (que mejor que estos fueran nombrados por
aquellos) según su compromiso con ella. Mas para entender bien esta propuesta y
poder valorarla, ayuda leer algunos de los libros mencionados; no son tantos,
ni tan largos salvo la estupenda novela de Aramburu.
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