Como si no fuera suficiente con lo que pasa en las ciudades, nos exponemos a lo del pastorcito mentiroso viendo Unasur y el uso de las bases por Estados Unidos (ya lo hacían antes) sin tener en cuenta el armamentismo de Venezuela ni los cien mil AK-47 rusos para sus Milicias Bolivarianas. Desde luego no se trata solo del narcotráfico, que debería ser despenalizado (a lo que se oponen los que se quedan con la plata y los moralistas), ni de las bombas, secuestros y extorsiones de las FARC, respaldadas por los vecinos, sino también de controlar a Brasil, como sostiene Gustavo Petro, y disuadir a Chávez, uno de sus principales proveedores de petróleo (con lo que contribuyen a su financiación), de usar sus cohetes para distraer su previsible fracaso, con el apoyo de Ortega y el silencio de Correa.
Todo esto, y la presencia de Brasil, y no solo la de Lula, que se va, lo entiende mal que bien esa gran mayoría que aquí, y también en los países vecinos, apoya a Uribe. Pero es ignorado sistemáticamente por los que son obsesivamente anti uribistas, o que aun tienen fe en que el socialismo es la alternativa al capitalismo salvaje, pasando por alto su fracaso en la Unión Soviética y Cuba, y que creen que el problema está en el campo y no en las ciudades. Por lo contrario, habría que aprovechar lo mejor de una globalización ya inevitable, y aumentar aun mas el intercambio comercial con Venezuela, como lo recomendaba Hernán Echevarria. No se podrá prescindir de un día para otro de él pues para ellos se trata principalmente de comida y energía, aunque su disminución desde luego generaría desempleo aquí.
Pero igualmente necesitamos mas intercambio cultural. Que en lugar del chavismo invadiera nuestras ciudades el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela, que José Antonio Abreu creó con el convencimiento de que con la música es posible rescatar una sociedad, urgente en la nuestra que aun prefiere las bandas de guerra a las de música. Pero por supuesto hay que eliminar lo “salvaje” del capitalismo (como en los países nórdicos), y oponerse a terceros periodos presidenciales, y a que se modifique la Constitución a punta de caudillismo y corrupción. Y apoyar a los candidatos que se comprometan en continuar la efectiva ofensiva de Uribe contra las FARC hasta que necesiten la paz y se desmovilicen, lo que ya logro en parte con los paramilitares. Los hay para todos los gustos: de Petro hasta Santos.
La corrupción se disparó con el narcotráfico pero el caudillismo viene de nuestro pasado rural y aislado. Sin embargo y paradojicamente, muchos no están de acuerdo en que los alcaldes se puedan reelegir seguido, como en tantas partes, aprovechando el control del Gobierno Nacional y la mayor cercanía de sus electores. Parece que aun no hemos desarrollado nuestra democracia lo suficiente para entenderlo. También tendríamos que analizar los actos del Gobierno que tienen que ver con las ciudades, y no solo a Uribe. Como es el caso de Cali, donde nos cambio el tren ligero por el MIO, cuyo negocio favoreció a otros y de lo que nunca se habló. Nos preocupa la “soberanía” formal del país pero poco la real de sus ciudades, que la comenzaron a perder despues del triunfo de Estados Unidos en la II Guerra Mundial.
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