La “puente manía”, denunciada por el Grupo Ciudad hace 40 años, cuando impidió la construcción de un exabrupto de tres niveles para carros, en donde funcionaban bien un par de semáforos, revivió, en contra de la tendencia actual de privilegiar peatones, bicicletas y transporte colectivo. La mayoría de los viaductos incluidos en las “mega obras”, difícilmente pueden tener andenes amplios (ni se pensó en ellos), como cualquier puente sobre un río en cualquier ciudad, ni ciclorutas paralelas, ni resuelven los problemas del MIO.
Además, como se sabe hace años, a mas vías mas carros (Jane Jacobs, Vida y muerte de las grandes ciudades, 1961). Con razón el Dr. Rolf Moller de la Universidad del Valle, apoyado en investigaciones de la GTZ de Alemania, advierte que esos cruces a desnivel inducirán un mayor transito de carros, pues con mejores vías se viaja mas lejos, a nuevos destinos o más veces (Nuevos Apuntes, Noviembre de 2009). No harán de Cali “una ciudad incluyente; en la cual una buena movilidad para todos, contribuya a mejorar las condiciones de vida.”
De otro lado, en las vías modificadas para el MIO con los impuestos de los que suelen ir en carro (una especie de compensación pues en la mayoría solo va el conductor), cerca de la mitad de los carriles quedó para los buses articulados, que hoy los utilizan una mínima parte del tiempo pues no tienen suficiente demanda por la competencia de los otros buses. Pero cuando circulen mas y haya expresos, serán insuficientes. Mientras que los taxis, carros particulares, motos y bicicletas quedaron apenas con la otra mitad, la que copan permanentemente.
Separar físicamente todos los carriles del MIO fue un error, pues no se pueden compartir en caso de necesidad, como en muchas ciudades, y los que dejaron para un solo carro, como en la Quinta, son un peligro. Pero lo peor son los “cuellos de botella”. Y como de costumbre aquí, los andenes no quedaron continuos, están interrumpidos por los carros que se dejan en las entradas de los garajes, y los árboles son pocos o palmas que no dan sombra, y en la Calle 13, parece un chiste, los carros tienen que circular por ellos para poder llegar a los garajes.
Pero no se trata apenas de la circulación si no también del ruido y cacofonía visual de calles y avenidas, y de nuestro comportamiento en ellas. Solo cuando entendamos que el progreso no está en los puentes vehiculares, como lo demuestra el urbanista Carlos Gonzáles (El Tiempo.Com, 17/12/2009), que valoremos el uso civilizado del espacio urbano público, y que las autoridades se ocupen de su correcta planeación, diseño, construcción, mantenimiento y control, podremos hablar, no de modernidad, si no de verdadera posmodernidad.
La calidad de vida en Cali depende primero de recuperar sus calles para comodidad y placer de peatones, ciclistas, usuarios del transporte colectivo, taxis y carros, que antes y después también caminan. No en esas imágenes engañosas de progreso y modernidad que nos muestran creyendo que se pueden aprobar obras sin conocer su diseño y en consecuencia si serán útiles o lo contrarío. Si valorizarán o no los predios cuyo elevado impuesto quieren que paguemos ya con los ojos tapados. Con razón los del sur quieren rancho aparte.
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