Los palacios Nazaríes en la Alhambra, en lo alto del Cerro de la Sabika y con Granada a sus pies, se viven alrededor de sus patios, como el Mexuar o el de Comares pero muy especialmente el del Patio de los Leones, donde en la sala de las Dos Hermanas la epigrafía de un poema de Ibn Zamrak (Granada, 1333-1394) deja en claro que “Jardín yo soy que la belleza adorna / sabrás mi ser si mi hermosura miras”. Y en el Partal, caminando por el pórtico al lado de la Torre de las Damas no se sabe qué mirar, si la ciudad abajo o, mirar hacia abajo, al gran estanque al lado opuesto, y ver en él el reflejo duplicado de las terrazas del jardín que se escalonan hacia arriba hacia donde antes estaba la Mezquita Mayor.
Pero además esos palacios cuentan con balcones que miran a la ciudad, como el Mirador de Lindaraja, contiguo a la sala de las Dos hermanas, o las grandes y profundas ventanas de El Salón del Trono que son como pequeños balcones hasta el suelo para poder mirar afuera recostados adentro en bellos cojines. Y en el Cerro del Sol, el Generalife (el jardín del arquitecto) es como un gran balcón sobre el Albayzín con un lejano paisaje de montañas detrás; un gran Carmen (casa y vergel) emplazado sobre un altozano que facilita su guarda y vigilancia como recomienda Ibn Luyun (Almería 1282-1349) en su ‘Tratado de Agricultura y Jardinería’, c. 1348. “Un vergel por el que corren los riachuelos”, dice el Corán de el paraíso.
En Cartagena de Indias las casas de alto del Centro cuentan con patios que las llenan de vida y balcones corridos sobre sus fachadas que permiten mirar abajo a la calle, y desde sus miradores se pueden ver a lo lejos ya no naves piratas sino la ciudad, el mar, la bahía o el Cerro de la Popa; y las altas ventanas de las casas también con patios pero de solo un piso del barrio aledaño de San Diego, son como balcones con altos escaños para quedar más arriba de los que pasan por la calle. Y en Salamina, ‘la Ciudad luz’ del departamento de Caldas, en la que antes que Colombia por algo se llamó La Nueva Granada, hay patios embalconados sobre el paisaje de montañas lejanas que la rodean igual que a Granada.
Pero ahora en las grandes ciudades muchas casas no tienen patios que las adornen ni balcones para mirar su hermosura, y los apartamentos sin patios ni balcones son, independientemente de su área, meros acuarios, y más entre más altos estén, con aire acondicionado, como en Cali, o calentadores, como en Bogotá, pero sin jardín, belleza, adorno ni hermosura. Es lo que no pocos turistas de todas partes encuentran en la Alhambra pero no recorriéndola como corderos sino mirándola como viajeros para descubrir su ser. Ojalá Ibn Zamrak anime a los que aún no han ido a ir cuando pronto se pueda y mientras tanto viajar allá con la imaginación, viendo el enlace: https://abierta.ugr.es/la_alhambra/mapa/.
El punto es que el patio separa la vivienda de la calle y el balcón permite mirarla. Como en el Edificio García, 1939, en Barranquilla, de Manuel José Carrerá Machado (La Habana 1913-1981 Barranquilla) con apartamentos con patios; o los de los últimos pisos y con terraza de las Torres del Parque en Bogotá, de Rogelio Salmona (París 1929-2007 Bogotá). Y hay un prototipo para edificios de siete pisos, y aumentar la densidad, con locales y garaje en el primero y arriba tres apartamentos dúplex escalonados, cada uno más pequeño y girando 90º para generar su patio-balcón sobre el de abajo, y con un corredor para leer en una hamaca ‘Los cuentos de la Alhambra’ de Washington Irving (Nueva York 1783-1859 Tarrytown).
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