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Mirar en casa. 14.10.2020

Asomarse a la ventana y mirar afuera a la ciudad y sus gentes o al paisaje inmediato es casi como salir de casa; pero a diferencia de los balcones, terrazas, azoteas y altos miradores, en las ventanas no se puede estar, y esas bellas y grandes ventanas coloniales con dos sentaderos enfrentados en sus anchas jambas sobre un alto escalón y con sus rejas de madera proyectadas hacia fuera, ya son otra cosa. Y desde la vulgarización de la arquitectura moderna a mediados del Siglo XX, ya solo se hacen superficies planas de vidrio y no muros con ventanas, e incluso fachadas enteras y hasta edificios completos tienen ‘pieles’ de vidrio como las llaman pese a que no se comporten como tales.


Además las ventanas son primero que todo para iluminar y ventilar los espacios interiores y no sólo para asomarse por ellas, y menos aún en las que ni siquiera se puede sacar la cabeza ya que son de grandes vidrios fijos, a diferencia de los balcones que son para sacar afuera todo el cuerpo o de las terrazas y azoteas que son para estar del todo afuera, unos y otras lamentablemente ignorados, junto con los viejos miradores, ya olvidados mucho antes, que no eran apenas para la vigilancia de piratas y tempestades en el horizonte sino igualmente para mirar de cerca la ciudad en paz y a lo lejos sus varios paisajes circundantes ya fueran mares, lagos, ríos, llanuras, cerros, montañas o cordilleras.

Ignorar las vistas y el clima es nefasto al diseñar y ubicar las ventanas; por ejemplo en el trópico al no considerar sus diferentes temperaturas que permanecen sin mayores cambios a lo largo de todo el año, no dejando entrar el sol o permitiendo que entre el frío externo, o no dejando salir el calor interior en sus climas fríos, o en los calientes o templados permitir la ventilación cruzada y evitar que penetre el sol. De ahí que lo pertinente en lugar de poner vidrios y aire acondicionados sea diseñar ventanas con postigos o persianas venecianas que permitan pasar la brisa e impidan entrar el sol sin obstaculizar la vista hacia afuera, y no poner pesadas cortinas que no dejan ventilar ni mirar afuera.


Pero infortunadamente junto con la fresca brisa entra también el ruido ajeno, e igual el polvo y los insectos, pero si bien esto se resuelve dotándolas de anjeos metálicos, que además algo detienen los aguaceros venteados, lo del ruido escapa a la arquitectura y es tema de una buena educación cívica y de respeto a los vecinos, urgente en ciudades tan recientes como Cali, cuyos habitantes no han tenido tiempo para desarrollar una cultura urbana, convirtiéndose en verdaderos urbanitas, asunto en el que los buenos proyectos de arquitectura sí pueden colaborar pero que la mayoría de los arquitectos actuales no consideran al diseñar edificios/objetos y no partes de la calle y menos aún de la ciudad.

Y está el problema de la privacidad pues ahora muchas ventanas permiten que los que están afuera miren adentro de la casa, principalmente en los pisos a nivel de las calles o cuando las fachadas del frente están muy próximas, en cuyo caso hay que evitar que aquellas sean viviendas y en estas procurar al menos que las ventanas no queden justo unas en frente de otras. Problema que al ‘resolverlo’ cerrando las ventanas con cortinas las elimina como tales, lo que no es necesario cuando se cuenta con patios y solares, y las ventanas sólo están sobre las fachadas a las calles para desde ellas poder observar entonces la ciudad y sus habitantes, permitiendo entonces mirar en casa.

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