Michael J. Sandel, filósofo político y profesor de Harvard, analizando lo acontecido en las últimas cuatro décadas en Estados Unido y Europa Occidental, advierte en su reciente libro, La tiranía del mérito ¿Qué ha sido del bien común? 2020, que: “Corren tiempos peligrosos para la democracia [como el] crecimiento de la xenofobia [y el] apoyo popular a figuras autocráticas …” (p. 27) por lo que: “Tenemos que preguntarnos si la solución a nuestro inflamable panorama político es llevar una vida más fiel al principio del mérito o si, por lo contrario, debemos encontrarla en la búsqueda de un bien común…” (p. 25) asunto urgente en Colombia para poder encontrar por fin su rumbo.
Se
trata de lo que Aristóteles llamó “la sabiduría práctica y la virtud cívica”
(p. 118). Pero como lo señala Sandel: “No obstante, ninguna de esas capacidades
es fomentada particularmente bien en la mayoría de las universidades actuales…
(p. 130). “Gobernar una sociedad democrática exige lidiar con la discrepancia
[y] tener cierta concepción de cómo surgen los desacuerdos [y] cómo pueden
superarse en un momento u otro con una finalidad pública u otra. “ (p. 138)
teniendo en cuenta que paradójicamente “nuestras opiniones dirigen nuestras
percepciones” (p. 143) afirmación muy pertinente al considerar que debería ser
lo contrario, como sucede en el pensamiento científico.
Igualmente pertinente, sobre todo
considerando la amenaza del cambio climático auspiciado por la sobrepoblación y
el consumismo, es su observación de que: “Desde el punto de vista de la
concepción cívica, el papel más importante que desempeñamos en la economía no
es el de consumidores, sino el de productores […] para suministrar bienes y
servicios que satisfacen las necesidades de nuestros conciudadanos y procuran
estima social.” (p. 268). Como también recuerda Sandel que ya lo dijo
Aristóteles “el florecimiento humano depende […] del cultivo y el ejercicio de
nuestras capacidades.” (p. 269). Así, el bien común sería la suma del de todos
en las ciudades.
Pero
desde luego hay que considerar de entrada el hecho crucial de que: “Las
personas tienen visiones diversas de lo que importa en la vida.” (p. 272). Y
que justamente por eso: “Una economía política preocupada solamente por la
magnitud y distribución del PIB socava la dignidad del trabajo y conduce a un
empobrecimiento de la vida cívica.” (p. 272). Como agrega Sandel: “Sólo
dependiendo de otros –y reconociendo nuestra dependencia-, podemos encontrar
buenas razones para apreciar sus contribuciones a nuestro bienestar colectivo.”
(p. 284). Bien común que tendría que comenzar por una política común y
auténtica que conduzca al mismo progresivamente mediante el ejercicio del voto.
La
democracia, concluye Sandel como si estuviera pensando en la Colombia de las
últimas no cuatro sino siete décadas: “No precisa de una igualdad perfecta,
pero sí requiere que ciudadanos con diferentes modos de vida y orígenes se
encuentren en unos espacios comunes y en los lugares públicos. Y es así como
aprendemos a negociar y tolerar nuestras diferencias. Así llegamos a
interesarnos por el bien común.“ (p. 291). Así evitaríamos la triple xenofobia
de “indios”, “blancos” y “negros” pasando por alto que aquí todos somos
mestizos, e igualmente el apoyo popular a figuras autocráticas, caudillos
extremistas que no auténticos lideres con propuestas colectivas a desarrollar
no a imponer.
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