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El bien común. 01.07.2021

       Michael J. Sandel, filósofo político y profesor de Harvard, analizando lo acontecido en las últimas cuatro décadas en Estados Unido y Europa Occidental, advierte en su reciente libro, La tiranía del mérito ¿Qué ha sido del bien común? 2020, que: “Corren tiempos peligrosos para la democracia [como el] crecimiento de la xenofobia [y el] apoyo popular a figuras autocráticas …” (p. 27) por lo que: “Tenemos que preguntarnos si la solución a nuestro inflamable panorama político es llevar una vida más fiel al principio del mérito o si, por lo contrario, debemos encontrarla en la búsqueda de un bien común…” (p. 25) asunto urgente en Colombia para poder encontrar por fin su rumbo.

      Se trata de lo que Aristóteles llamó “la sabiduría práctica y la virtud cívica” (p. 118). Pero como lo señala Sandel: “No obstante, ninguna de esas capacidades es fomentada particularmente bien en la mayoría de las universidades actuales… (p. 130). “Gobernar una sociedad democrática exige lidiar con la discrepancia [y] tener cierta concepción de cómo surgen los desacuerdos [y] cómo pueden superarse en un momento u otro con una finalidad pública u otra. “ (p. 138) teniendo en cuenta que paradójicamente “nuestras opiniones dirigen nuestras percepciones” (p. 143) afirmación muy pertinente al considerar que debería ser lo contrario, como sucede en el pensamiento científico.

      Igualmente pertinente, sobre todo considerando la amenaza del cambio climático auspiciado por la sobrepoblación y el consumismo, es su observación de que: “Desde el punto de vista de la concepción cívica, el papel más importante que desempeñamos en la economía no es el de consumidores, sino el de productores […] para suministrar bienes y servicios que satisfacen las necesidades de nuestros conciudadanos y procuran estima social.” (p. 268). Como también recuerda Sandel que ya lo dijo Aristóteles “el florecimiento humano depende […] del cultivo y el ejercicio de nuestras capacidades.” (p. 269). Así, el bien común sería la suma del de todos en las ciudades.

    Pero desde luego hay que considerar de entrada el hecho crucial de que: “Las personas tienen visiones diversas de lo que importa en la vida.” (p. 272). Y que justamente por eso: “Una economía política preocupada solamente por la magnitud y distribución del PIB socava la dignidad del trabajo y conduce a un empobrecimiento de la vida cívica.” (p. 272). Como agrega Sandel: “Sólo dependiendo de otros –y reconociendo nuestra dependencia-, podemos encontrar buenas razones para apreciar sus contribuciones a nuestro bienestar colectivo.” (p. 284). Bien común que tendría que comenzar por una política común y auténtica que conduzca al mismo progresivamente mediante el ejercicio del voto.

      La democracia, concluye Sandel como si estuviera pensando en la Colombia de las últimas no cuatro sino siete décadas: “No precisa de una igualdad perfecta, pero sí requiere que ciudadanos con diferentes modos de vida y orígenes se encuentren en unos espacios comunes y en los lugares públicos. Y es así como aprendemos a negociar y tolerar nuestras diferencias. Así llegamos a interesarnos por el bien común.“ (p. 291). Así evitaríamos la triple xenofobia de “indios”, “blancos” y “negros” pasando por alto que aquí todos somos mestizos, e igualmente el apoyo popular a figuras autocráticas, caudillos extremistas que no auténticos lideres con propuestas colectivas a desarrollar no a imponer.

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