Colombia cuenta con una posición geográfica estratégica por ser un punto de enlace entre los países del norte, centro y sur del continente, con amplias costas sobre el Atlántico y el Pacífico que le permiten disponer de puertos hacia el resto de América, Europa, África, Asia y Australia, y su localización en la zona ecuatorial determina una gran variedad de climas sin estaciones extremas y aún muchos ricos ecosistemas -ya en el Congreso de Cúcuta, 1821, se hablaba de “las necesidades de su vasto territorio [y de] la grandeza a que este país está llamado por la naturaleza”. Sin duda es la esquina privilegiada de América y única en el mundo, y más en el Siglo XXI, lo que tanto se ignora.
Como dice Wade Davis, biólogo, etnobotánico y antropólogo: “Lo interesante es que la cuenca del río Magdalena es también la cuenca del río Cauca, y de alguna manera son solamente un río. En la cuenca vive el 80% del pueblo colombiano, pero también es la fundación del 80% de la economía del país, de la cultura, la música, de todo”. Y Germán Ferro Medina, Director del Museo del Río Magdalena, concluye: “El río Magdalena es un río mestizo, andino y caribeño, un río de los negros, los indios, los mulatos y los mestizos, un río de baile, decanto, de tambora” (La Palabra 330, noviembre, 2021). No en vano, o sí, se le llamó hace casi cinco siglos el Río Grande de la Magdalena.A lo largo del Magdalena y el Cauca, que ya juntos desembocan al mar en Barranquilla, se ubican notables fundaciones coloniales como Mompox, Honda y Ambalema a lo largo del primero, Neiva está a su lado y no muy lejos del río Bucaramanga y Bogotá; por el otro están Santa Fe de Antioquia y Popayán, Medellín está cerca del río, y Cali justo a su lado y de ahí la importancia de prolongar la Carretera Panamericana desde la Virginia por la cuenca del Cauca hasta Cartagena de Indias, en el Caribe, junto con una línea férrea, uniéndola con Buenaventura en el Pacífico por la actual ‘salida al mar’ que va de Cali al puerto, quedando el país comunicado por tierra y mar hasta Chile.
Las seis largas laderas de las tres cordilleras en que se divide la de los Andes justo al entrar a Colombia, permiten la construcción de muchas pequeñas hidroeléctricas, con poco impacto al medio ambiente y que podrían constituir sendos parques cerca de las ciudades a las que servirían; y la caída casi vertical de la luz solar durante casi 12 horas diarias a lo largo de todo el año, permite un más eficiente uso de paneles fotovoltaicos en las cubiertas de los edificios; además no son pocos los lugares en el país con constantes corrientes de aire óptimas para generar energía eólica. Energías no generadoras de gases de efecto invernadero, es decir, todo un privilegio de frente al cambio climático.
Con respecto al clima, el privilegio de Colombia es que su cercanía a la línea ecuatorial le evita las cuatro estaciones, invitando al uso frecuente de terrazas y balcones en los climas calientes y templados, y permitiendo la climatización pasiva de los edificios mediante la ventilación cruzada junto con un buen aislamiento térmico de cerramientos y cubiertas, y la orientación y protección adecuadas de las fachadas, y en los climas fríos permitiendo la entrada de los rayos solares. Variados climas y paisajes tropicales que hacen que caminar por andenes amplios y correctamente arborizados o circular en bicicleta por las ciudades sea mucho más funcional, agradable y emocionante; y más económico.
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