Esta nueva novela de Juan Manuel Jaramillo González es de carácter histórico, romántico y sensual, ya que el poder, el amor y el sexo son los temas de fondo de los varios excitantes sucesos alrededor y después de la noche del 25 de septiembre de 1828 en Santafé de Bogotá, en los que participa activamente Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru y su amante del momento (en la novela) Idelfonso Foción de Céspedes y Santamaría. Y desde luego, también es una novela urbana por pasar en Santa Fe de Bogotá, pequeña pero ya una ciudad, y en varias capitales de Sur América y Europa, menos Madrid, aunque por supuesto siempre está sutilmente presente o en los recuerdos.
Trata de la búsqueda de un príncipe europeo para afianzar el poder en la Gran Colombia, no la democracia impulsada por Estados Unidos, y en medio de un mundo signado por revoluciones, guerras, golpes de Estado y dictaduras, surgidas de la política, en aras de las grandes rutas comerciales e ideológicas, que se debaten en sitios como The Royal Pavillon; Versalles; el Palais Royal; el Palacio Real de Capodimonte; el gran palacio de Caserta; y en el Vaticano, cómo no; y en Santa Fe en el pequeño Palacio de San Carlos pero sobre todo en La Quinta, llamada años después de Bolívar. Y cómo no recordar el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, de Felipe II, aunque no se lo mencione.
El amor, que se mezcla con el poder (como La Mansión/ Tiempos gloriosos, 2017, de Anne Jacobs, y Las lágrimas de Isis, 2019, de Antonio Cabanas) que en la novela de Jaramillo está siempre presente entre el Libertador y Manuelita, la libertadora del Libertador; un amor que no siempre está a merced del poder pero siempre vinculado con él, y que en este caso se volvió una historia extraordinaria, acompañada por Nathan y Jonatas, sus dos esclavas negras que llenaban todos los espacios de cariño y amistad que podían faltarle, hasta la muerte de ella en Paita, Perú, a donde se había aislado del poder que ya no la necesitaba luego de la muerte de Bolívar en Santa Marta.
El sexo acompaña discretamente toda la novela desde el principio hasta el final, no siempre vinculado con el amor pero sí eternamente con el poder, y narrado en esta novela de manera natural y sin preconceptos pero necesariamente incluyendo prostitutas, cortesanas y amantes; y por supuesto parejas unidas por la pasión del amor y el poder, en donde lo erótico no deviene en burda pornografía, pero si como parte sustancial de la vida urbana, ya que más allá de lo biológico es probablemente la práctica social más antigua y universal del mundo, aunque la forma en la que cada uno lo hace puede diferir bastante de ciudad en ciudad, de clase social en clase social y de época en época.
Las ciudades, acá pequeñas y allá grandes, pero sobre todo diferentes debido a que las de acá estaban (y están) emplazadas en el trópico, que está determinado por sus diferentes climas sin estaciones, su relieve de valles y sabanas y altas cordilleras, su gran variedad de vegetación y fauna (ya no tanto lamentablemente), y por sus abundantes aguas de ríos y quebradas (cada vez menos), que generan sus imponentes paisajes; mientras que las de allá con sus grandes catedrales y palacios suelen ser el paisaje mismo. Pero todas compartiendo urbana similar, determinada en todas partes por Las leyes de la naturaleza humana, que es como Robert Greene titula su libro de 2018.
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