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San Francisco. 25.05.2022

 La arquitectura mudéjar, de raigambre popular, dura en Cali hasta el Siglo XIX. El neoclasicismo, producto tardío del nuevo auge de las colonias después de las reformas borbónicas del Imperio Español en el siglo anterior, la borró del todo en los edificios importantes. El Gesù de Vignola, en Roma, será entonces el modelo para los templos jesuíticos, y su planta de tres naves y crucero con cúpula, es una constante en Suramérica, como en la iglesia nueva de San Francisco.

Diseñada por el arquitecto payanés Don Andrés Marcelino Pérez de Arroyo y Valencia a fines del XVIII, fue terminada pasada la Independencia, en 1828, por Fray Pedro de Herrera y Riascos. Está en el extremo de la ciudad de entonces, en una esquina, como las iglesias coloniales pero con su plazoleta al otro lado de la calle, y era más grande que la vieja Catedral. Es una evolución de la arquitectura anterior, aunque ya con influencias manieristas (S. Sebastián, Arquitectura colonial en Popayán y Valle del Cauca, 1965), pero hacía 1930 el maestro Luís Alberto Acuña le retiró el recubrimiento y dejó a la vista su fábrica de ladrillo.

Pérez de Arroyo seguro conoció los planos de la Academia de San Fernando para la reconstrucción de la catedral de Popayán, esa sí una obra neoclásica, y por supuesto la iglesia de San Francisco de su ciudad natal, del español Antonio García, quien residió largamente en Italia, cuya fachada es la más monumental que dejó en la Nueva Granada el Siglo XVIII, pero que es apenas renacentista pues la arquitectura neogranadina había avanzado poco en contraste con otras de Suramérica.

Es evidente la gran similitud de San Francisco y otras iglesias regionales con el diseño de 1580 de Juan de Herrera (1530-1597) para la catedral de Valladolid, terminada en 1733 por Alberto Churriguera (1676-1750), quien realizó su parte superior ya en un vigoroso barroco. Dicho proyecto tuvo gran influencia en otras catedrales de España, siendo de fortísima resonancia en América, como se puede constatar en la horizontalidad de las fachadas, sin torres, como en San Francisco, o con ellas, como en la iglesia Matriz de Piedecuesta.

El templo no puede ser manierista a comienzos del XIX ni un revival muy tardío del primer barroco. Es un edificio neoclásico - historicista, tendencia de principios de ese siglo en que el purismo neoclásico, adoptado por la Revolución Francesa, que tanto marcó a Latinoamérica, pues supuestamente expresaba las virtudes de la vida civil republicana, fue sustituido por una decoración más rica, una composición más pintoresca y más alusiones al pasado (Nikolaus Pevsner, y otros, A Dictionary of Architecture, 1975).

Esta ‘nueva’ imagen ‘neoclásica’, que comenzó con gran vigor, y que identificaría la cultura republicana, se da tardíamente en Colombia, y en Cali se siguieron construyendo casas ‘coloniales’. La ‘vieja’ iglesia nueva de San Francisco es su último ropaje colonial (Manierista) y el único ‘republicano’. Habrá que esperar cien años, después de iniciada la República, para los edificios ‘republicanos’ que cambiarán la imagen de la ciudad una vez más. También serán historicistas, pero moderno-historicistas, y celebrarán el modernismo de la nueva capital del Valle del Cauca y no la nueva República.

*Columna publicada originalmente el 21 de abril de 2011

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