Este último libro de James Lovelock (Letchworth, Reino Unido, 1919) publicado en 2019, es decir escrito cuando ya contaba con cerca de 100 años, se puede entender como una continuación de su Hipótesis Gaia, desarrollada junto con Lynn Margulis en la década de 1970, ahora ya llamada teoría, la que visualiza a la Tierra como un sistema autorregulado. Novaceno, cuyo subtítulo: “La próxima era de la hiperinteligencia” es muy interesante y provocador, además de que incluye un muy pequeño pero pertinente capítulo sobre las ciudades (pp. 77 a 81) pues, como ya lo había afirmado al inicio, citando a Sócrates: “Nada interesante sucede fuera de los muros de la ciudad.” (P. 40).
“Las ciudades han sido el desarrollo más espectacular del Antropoceno” dice Lovelock refiriéndose a la era actual, y aclara que no solo es debido al crecimiento demográfico sino a la ‘consecuencia natural’ de que el empleo urbano llegó a ser más rentable y accesible que el trabajo rural. Como él concluye: “Ningún fenómeno expresa más radicalmente la capacidad transformadora del mundo de nuestra era que la megaciudad”. Y afirma que: “Las ciudades son también naturales en la medida en que parecen seguir el desarrollo de las colonias de insectos” (p.77), recordando a Edward O. Wilson, entomólogo y biólogo muy conocido por su trabajo en evolución y sociobiología.
“Al pasar por una torre de oficinas actual, es difícil ignorar la analogía de las termitas: en las cajas de cristal, todos están haciendo exactamente lo mismo […] mirando fijamente las pantallas de los ordenadores” (p. 78). Y se pregunta Lovelock: “¿Es algo parecido a este paraíso igualitario un modelo de la vida urbana futura?” y más adelante insiste: “¿Podría [la] evolución de las hormigas, las termitas, las abejas y las avispas servir de modelo viviente para nuestra propia forma de vida en la ciudad?” (p. 80). Ojalá nunca si se piensa en los tenebrosos ejemplos que saltan a la vista comenzando por las utopías comunistas y la China actual pero más orden y control sí que falta en algunas.
Recuerda Lovelock que en la cultura popular las ciudades se describen como “terribles distopías con tanta frecuencia como se conciben como lugares liberadores y emocionantes” (p. 80). Y en la realidad muchas demuestran que lo pueden ser gracias a sus gentes y arquitectura, y no una representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana (DEL); mas algunas si pueden ser una seria advertencia, ya que, como lo dice Lovelock: “Las ciudades son los signos más visibles de la capacidad del Antropoceno para transformar nuestro planeta” (p. 80). Lo cierto es que para bien o para mal depende por ahora de sus actuales habitantes.
Finalmente se pregunta Lovelock: “¿Debemos temer el futuro y las sorpresas que pueda traer el Novaceno?” El cree que no y que: “Los cíborgs concebirán cíborgs. Lejos de continuar siendo una infravida que está ahí para nuestra conveniencia, evolucionarán y podrían ser los productos evolutivos pioneros de una especie nueva y poderosa” (p. 166). Por ahora deberíamos usar esa hiperinteligencia para lograr vivir nuestras ciudades más inteligentemente, como ya lo vienen haciendo muchas en Europa: menos carros, rascacielos y arquitectura espectáculo; más y mejor transporte público, andenes arborizados, bicicletas, parques y zonas verdes; y viviendas de verdad emocionantes y sostenibles.
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