No es difícil imaginar que primero fue la
construcción de pequeños muros de piedras para proteger el fuego, o para
adecuar una cueva para resguardarse en ella, o para conformar refugios en el
bosque juntando árboles por su parte superior, formando un círculo, y quitando
la vegetación que quedaba debajo. Pero cuando las construcciones demandaron un
carácter simbólico (como es el caso de las tumbas, los templos y las viviendas
más importantes) aparece el arte de la arquitectura, la que desarrolla sus
propias técnicas de diseño, y es pensada para que pueda ser construida con las
técnicas de construcción existentes o generando su desarrollo según sus nuevos requerimientos.
La arquitectura, el
“arte de proyectar y construir edificios” como la
define el DEL, evoluciona, en tanto arte, a lo largo
de la historia , y la construcción, en tanto técnica, se desarrolla y cada vez
son más, las dos interactuado simultáneamente; pero finalmente en el siglo XX
el gran desarrollo de la construcción permitió la “arquitectura espectáculo” y
el “síndrome de los rascacielos” cada vez más altos aunque estén en parte
desocupados. Como dice Willy Drews, arquitecto de la Universidad de los Andes
de Bogotá, en donde fue profesor y decano, la arquitectura “siempre ha sido un
arte y siempre ha utilizado la técnica disponible, sin la cual la arquitectura
sería imposible.”
Pero la puntualización de Willy
Drews, en el sentido de que: “La arquitectura no es un arte ni una técnica. Es
el arte de aplicar una técnica” sugiere una interesante diferenciación: de
un lado aquella arquitectura que, como arte, utiliza una técnica proyectual y
reinterpreta las constructivas, y, del otro, sólo el arte de aplicar bien estas
últimas. Y ya en el siglo XXI, una y otra no sólo se ocupan de diseñar
construcciones sino también espacios urbanos públicos; unas y otros que no sólo
se diseñan sino que se proyectan ya que deben incluir muchos diferentes aspectos
relativos a su planificación, urbanismo, paisajismo y diseño, y no apenas los concernientes
a su posterior construcción.
Vistas
así las cosas, cabría pensar que la arquitectura en tanto arte sería la que se
debe aplicar a ciertas construcciones importantes, como lo son los edificios
del gobierno, para varios diferentes usos culturales, y los de las grandes
empresas, y para los conjuntos de casas o apartamentos y algunas viviendas
individuales a pedido; como también para los espacios urbanos más simbólicos de
las ciudades, ya sean sus avenidas, alamedas, paseos, malecones, plazas o
parques. Mientras que sólo el arte de aplicar correctamente una técnica sería entonces
para el resto de las construcciones de las ciudades, y para sus calles y
puentes más comunes y repetidos o sus sencillas zonas verdes.
Desde luego el análisis y discusión de todo lo anterior debería ser del interés no sólo de los arquitectos y de las escuelas de arquitectura, sino también de los habitantes de las ciudades y de sus autoridades y sus funcionarios públicos, especialmente los de las oficinas de planeación. Sería entender la arquitectura, las ingenierías, el diseño industrial y la construcción, como unas profesiones que siempre se deben interrelacionar para poder lograr que las ciudades y sus diversas construcciones sean más seguras, funcionales, confortables, agradables, emocionantes y... económicas; al fin y al cabo son ahora el “refugio” de más de la mitad de la población actual del mundo y cada vez más.
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