Así llamaron con picardía un evento cultural reciente en Lugar a dudas, y sin duda Cali nos mata. Nos encanta la sensualidad de sus mujeres, su clima, paisajes y vegetación, y a muchos también su discutible alegría. Pero aquí la violencia familiar, los accidentes de transito y las peleas entre vecinos, matan mas que la subversión, el narcotráfico y la delincuencia juntos, cosas de hombres y jóvenes. No es sino ver las noticias. En Cali se goza pero también se padece, y cada vez mas. El hecho es que una ciudad se disfruta no solo con el comportamiento de la gente en su espacio urbano público y con las actividades que ofrece, sino también con lo que se ve, se oye, huele y toca. En Cali lo mas bello no es lo primero que se ve, y con frecuencia lo que podría ser un gozo, es un disgusto.
El uso de las ciudades es el mismo hace milenios, pero aquí aun no aprendemos a convivir en esta. Y los que nos deberían enseñar, como los policías, también se pasan los semáforos, circulan en contravía y se trepan a los andenes. O no están preparados histórica y técnicamente en lo urbano, como sus alcaldes, o creen que la cultura es apenas el folclor o las exposiciones de señoras, como su clase dirigente. Nos preocupa que haya analfabetas pero no que no sepamos ser ciudadanos. Además, la propiedad del suelo urbano, que era de la Corona Española, es decir de uso público, se privatizó después de la Independencia y ya no es solo para habitar o circular, sino para hacer negocios especulativos sin importar los derechos de los que ya residen en él. Lo que no pasaba cuando las ciudades crecían lentamente.
Hace poco mas de medio siglo solo el 20% de los colombianos vivíamos en ellas pero hoy somos el 80%. Cali, fundada hace casi cinco siglos, apenas tiene uno de ser ciudad. De una villa de pocas manzanas y unos miles de vecinos pasó vertiginosamente, a raíz de la creación del Departamento del Valle del Cauca y el ferrocarril a Buenaventura, a casi tres millones y la mitad son emigrantes o desplazados con diferencias culturales. Pasamos de caminar por las calles, al transporte motorizado, lo que originó los andenes, y los ciudadanos quedaron reducidos a ellos y ya son totalmente insuficientes. De otro lado, la tecnología ha transformado la vida pero aquí ni siquiera sabemos usar los radios, equipos de sonido y celulares sin molestar a los demás, y lo que queremos es que se enteren de que los tenemos.
Por lo contrario, se trataría es de tener un total respeto por la privacidad de los otros en sus viviendas, y entender que ahora el componente mas importante del espacio urbano público son los andenes. Nos permitirían compartir civilizadamente las calles, plazas y parques de la ciudad, tal como lo hacemos en los centros comerciales. Allí los carros se dejan en los estacionamientos, hay por donde caminar con holgura y placer, están eficientemente vigilados y sus propietarios no hacen lo que se les da la gana en los espacios comunes, y aunque no siempre sea lo mejor cuando amplían o remodelan sus instalaciones, lo hacen de común acuerdo. Pero aun muchos caleños no se han percatado de que sería posible también en los centros urbanos de la ciudad, y sin la antipática segregación de los centros comerciales.
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