Poner un centro comercial en las viejas
y desocupadas bodegas y talleres del Ferrocarril del Pacífico en Cali, llamados
Chipichape, fue una buena idea pero con las sucesivas remodelaciones que se han
hecho ya no queda nada de su imagen histórica, cosa que tal parece que los
comerciantes ignoran que es un mal negocio. No entienden que al usar para cada
remodelación nuevos arquitectos, estos, fieles a la equivocada arquitectura que
se está haciendo en la ciudad, ignorarían lo existente, y precisamente lo que
querían los que querían borrar toda huella del pasado de ese lugar sin ver que
precisamente eso era lo que lo hacia diferente y atractivo, y no apenas en la
ciudad sino en el país.
Afortunadamente nada les diría que el
nombre de dichas instalaciones del ferrocarril, construidas por el ingeniero Antioqueño Neftalí Sierra, e
inauguradas en 1934 y lo único que queda
que las recuerde, al parecer se origino en las etiquetas puestas en las cajas
indicando la “forma de envio” escritas en ingles: “Shipping shape”, o de la
expresión “Ship Shape” usada por los ferroviarios norteamericanos, o si no
tendríamos un ChipiMall, más “in” aún. Nombre que desde luego se apresurarían a
cambiar si se comprobara que la palabra chipichape tiene un origen indígena, lo
que paradójicamente es un gancho comercial…pero en Europa en donde las mochilas
Wayú triunfan antes de ser moda aquí.
Y, si como si no fuera suficiente con
haber borrado totalmente la bella imagen industrial que tenían los
talleres, como si fuera incompatible con
una imagen comercial; ni se diga del despropósito del largo puente en diagonal
que une el Centro Comercial Chipichape Cali y Pacific Mall, que es privado pero
invadiendo el espacio público, como si se quisiera separarlos de la ciudad en
donde están, y unir dos “cosas” tan diferentes como lo son esos dos centros
comerciales. Y seguramente ya habrá quienes deben estar “pensado” en otros
puentes similares que los conecten con la mole que están construyendo en la
base del cerro de Las Tres Cruces, pese a estar en el área de influencia de un
BIC.
Una mole tapando brisas y vistas, todo
otro oprobio para una ciudad en la que ya nadie grita “que viva Cali, Chipichape y Yumbo” y por lo
contrario lo que quieren algunos es “cambiarle la cara ” creyendo que eso es
progreso, desarrollo y modernidad, ignorando que el desarrollo puramente
económico suele ir en contra del verdadero progreso social y cultural, y que ya
se está en una posmodernidad, en la que afortunadamente ya esta pasando su
etapa frívola del espectáculo, y cogiendo cada vez más fuerza el propósito de
que edificios y ciudades sean sostenibles y contextuales, es decir, respetando
el lugar, su clima y sus tradiciones.
Por eso en otras partes entre los
nuevos derechos a reclamar está el de hacer visible la memoria urbana, e
impedir que siga siendo sistemáticamente borrada. Pero en Cali se olvida que
los edificios y los espacios urbanos públicos que estos conforman, son
esenciales para una mejor calidad de vida al permitirle a los ciudadanos
identificarse con su ciudad y su historia. Memoria que el poder de los
negociantes de viviendas repetidas sin imaginación ni limite, tanto casas como
edificios de apartamentos “en medio de la naturaleza” que de paso “destruyen”, tiende
a ir lavando y construyendo en su reemplazo una historia falsa, que lleva a
presentar hoy una Cali cada vez más sin historia.
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