La cualidad de lo
bello, del latín bellus “bonito”,
lo es por la perfección de sus formas, las que
complace la vista o el oído, en continua búsqueda de la belleza en sí
dirían los platónicos. Pero si bien la belleza de una calle estriba en la
armonía de sus dos fachadas enfrentadas, en una avenida ya no es apenas eso
sino también su trazado, su suficiente ancho y sus extremos, y en una plaza o
parque urbano ya es todo eso junto. Pero la belleza de una ciudad implica
además de las de sus calles, avenidas, plazas y parques, el nuevo conjunto que
forman, el paisaje natural en la que se encuentra, sus diferentes climas, y las
actividades varias que se dan en ella.. y desde luego sus gentes.
La belleza de una
calle, ya sea recta, curva o quebrada, en pendiente o a nivel, no reside, pues,
en la “suma” de las fachadas de sus diferentes edificios sino en la armonía de esas
dos fachadas urbanas enfrentadas que la conforman, para lo que deben estar completas,
al menos por una o varias cuadras seguidas. Y dicha armonía “urbana” depende de
la altura de los edificios, el ancho de sus frentes, y la proporción de llenos
y vacíos de sus fachadas y sus colores predominantes, y de la ornamentación, o
no, de sus entradas, como por la presencia de cornisas o aleros que cierren su
espacio por arriba y de suelos pertinentes a la misma, incluso, y mucho, del
cielo que las cubre.
En una avenida
propiamente dicha, aunque las hay curvas, su trazado recto y sin cambiar
abruptamente de nivel es clave, aunque si tiene una leve pendiente es mejor
pues permite verla enfrente, lo mismo que si presenta hitos a sus extremos,
pero su ancho no puede ser exagerado pues se pierde la relación entre sus dos
fachadas paralelas, convirtiéndose en una explanada o en un malecón. Y otra
cosa es una alameda o un bulevar, cuya belleza depende básicamente del espacio
cubierto por sus arboles, mientras que en las avenidas lo es conformado por los
edificios, aunque en algunas lo es por ambos: árboles y atrás de ellos, sin
cubrirlos totalmente, los edificios.
Finalmente, en una
plaza, o en parque urbano, se combina mucho de lo dicho respecto a calles y
avenidas, pero de maneras diversas al punto de que cada plaza, no tanto los
parques, presenta una belleza única. Las hay de planta casi cuadrada rodeadas
de edificios de igual altura, o con un solo monumento que se destaca y algunas
en pendiente hacia el mismo, largas y que terminan en un monumento y con una
plazuela acodada, o anchas enfrente de un largo edificio monumental, de forma
irregular y que bajan hacia el monumento, ovaladas rodeadas de un porticado y
seguidas por una plazuela que sube al monumento. Y las que fueron “convertidas”
en parques ya tiene otro tipo de belleza.
La belleza de las
ciudades, que no es una suma sino una multiplicación, remite a la
estética, que estudia la esencia y percepción de
la belleza,
pero como no existe ninguna regla de gusto objetiva que determine lo que sea
bello, no queda mas que analizar aquellas ciudades en que muchos coinciden
en que son bellas. No apenas hay que visitarlas sino vivirlas repetidamente. Y
al mismo tiempo es indispensable el estudio histórico de la urbanidad, el
urbanismo y la arquitectura de cada una y en general de todas. “La obra de arte
permite interpretar con nuevas claves lo conocido y construir de esta manera,
nuevos sentidos colectivos” (F. Manes y M. Niro, Usar el cerebro, 2014, p. 209).
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